“Estos son los nombres de los doce apóstoles” … Nos puede resultar curioso lo poco que conocemos a los pilares de la Iglesia. Sabemos poco de pocos, de algunos casi nada, simplemente que hicieron lo que Dios quería: “proclamad que el Reino de los cielos está cerca”, y fueron fieles excepto “Judas Iscariote, el que lo entregó.”

De vez en cuando el Señor permite esas etapas de purificación en que hay que atravesar túneles oscuros. Al fondo, a pesar de que no se vea claro, está la luz. Su luz clara, que termina manifestándose a través de la Iglesia. 

La autoridad, el criterio, la doctrina, el recto hacer, lo propone la Iglesia. Pero las mayores “dictaduras” en la iglesia las hemos visto entre aquellos que se llamaban “demócratas”. En la Iglesia (que tantas veces se ha representado como un triángulo), la “base” está en la “altura”. La fidelidad de los apóstoles, del Papa, de los obispos es garante de la caridad y de nuestra propia fidelidad. Cuando personas o grupos se desvinculan de la sucesión apostólica se convierten en garantes de sí mismos y, consecuencia del pecado, suele prevalecer la ley del más fuerte y no la de la caridad.

“Sembrad justicia y cosecharéis misericordia”. La justicia es reconocer que nuestro único valor es ser llamados, cada uno a su tarea, por Cristo y vivirlo con paz, pues todos realizamos la única misión que nos encarga nuestro Señor aunque sea “a trancas y barrancas”.

“Hablad de sus maravillas”. ¿Nos imaginamos llegar al cielo y que nuestra madre la Virgen se pusiera a criticar a los obispos ¿O nos hablará de lo mucho que nos ama Dios, aunque no nos hayamos dado cuenta? Que nuEstras conversaciones sean, como ella, para mostrar sólo las maravillas de Dios.