En la película de Spider-Man podemos encontrar una de las frases más famosas del cine: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Hoy en el Evangelio Jesús señala con dureza las ciudades que realmente han conocido su poder, su persona, su divinidad. Son palabras que pueden llegar hasta doler, incluso llegando a decir que Sodoma, paradigma del pecado, será tratada con mayor misericordia que ellas.

Los cristianos que tenemos la suerte, mejor dicho, la enorme suerte, de haber conocido de verdad, desde nuestras entrañas y la profundidad de nuestro ser, la presencia viva de nuestro Dios, revelada en Jesucristo, solo podemos vivir de una manera: de cara a la realidad de que Dios es Dios siempre. Del universo, de vivos y de muertos, de luz y de oscuridad. Es Dios en todo momento y en todo lugar. Vivir de espaldas a esto en cualquier situación nos convierte en unos hipócritas…

Con cuanta más razón nos recuerda Jesús, que no tenemos que andar juzgando a aquellos que no viven según su ley, porque perdemos el tiempo en criticar a otros en vez de vivir con ellos el mandamiento del amor. Estamos llamados a evangelizar con nuestros actos, con nuestra misericordia, y con nuestra paciencia. Esta paciencia que debemos de tener con aquellos que no viven tal y como nosotros pensamos que deberían de vivir es un porcentaje íntimo de la paciencia que tiene el Señor con cada uno de nosotros.

¿Cómo sería un mundo donde cada uno de los cristianos viviéramos, o al menos intentáramos vivir, con toda radicalidad cada segundo de nuestra vida, como si Dios existiera?

Y este es el gran poder que tenemos, la gran responsabilidad con la que estamos llamados a vivir: que conocemos de verdad Dios y ojalá nunca nos conformemos con nada menos que vivirle en todo y en todos.