¿Qué diferencia puede haber entre el yugo que ofrece Cristo en el evangelio de hoy y cualquier otro tipo de yugo? Jesús habla hoy de su yugo, como si tuviera una particularidad especial. Jesús emplea la imagen antigua del yugo, instrumento para la labranza que hoy en día muchas personas ni siquiera conocen.

Es interesante observar que el yugo, para ser empleado, necesita de otra cabeza con la que tire. Es un instrumento que requiere la presencia de otro. Jesús nos está diciendo que jamás el ser humano estará solo, por contrario, que a veces nos pueda parecer. El ser humano ha sido creado para estar en compañía, y todo lo que se salga de eso implicará una vida arrastrada y gris.

La cultura actual pone mucha fuerza en el individualismo, algo que de por sí mismo no es malo, pero puede llegar a convertirse en un hierro candente que raja la interioridad de la persona. Cuando cargas el yugo por ti mismo, sin nadie que lleve la otra parte, acabas por romperte el cuello. Jesús nos recuerda hoy que es importante que reconozcamos que yugo vamos a tener siempre, pero que no estamos solos. Por todas las veces en las que la vida te pueda arrastrar, te puede lastrar, e incluso doler, la importancia del evangelio de hoy radica en el reconocimiento de que no estamos solos. El relato del Génesis nos habla de un Dios que dice que no es bueno que el hombre esté solo.

Simplemente por el hecho de vivir, todos, llevamos un yugo. La diferencia del yugo que nos ofrece Jesús es la garantía absoluta de que su presencia no resta nunca y siempre va a nuestro favor. Otros yugos que el mundo nos puede dar (fama, dinero, seguridad, confort) al final, hacen que la carga resulte cada vez más y más pesada. El yugo de Jesús nos libera.

Qué bueno reconocer en el día de hoy que hagamos lo que hagamos siempre tendremos una persona que tira a nuestro favor y que lejos de imponernos los tiempos camina  al ritmo de nuestro corazón.