Hay mucha gente que considera imposible ser santo, hacerse santo. Claro, es que santo no es una cosa que uno se hace, santo es algo que Dios te hace. Santo solo es Dios y nosotros no podemos hacernos como Dios, pero Dios si que ha podido hacerse como nosotros. De alguna manera Dios ha introducido la santidad en el mundo.

Entendemos la santidad como perfección moral y la perfección moral no es más que la consecuencia de ser santo. Somos hechos santos en el bautismo. Siempre pongo el mismo ejemplo: el altar de mi parroquia ni siquiera es bonito, ni valioso materialmente, es tosco. Pero es santo. No consiento que nadie lo use para poner cosas encima, por ejemplo. No lo usamos como escritorio, ¿por qué? por que es santo y esa cualidad le viene no de su «perfección»; sino de lo que es, para lo que ha sido hecho y consagrado. Solo «sirve» para altar. En mi casa tengo una mesa de mármol, pero no es santa, ¿por qué?, por que es una mesa, no un altar. Nosotros somos cristianos, hijos de Dios, consagrados, sacerdotes, profetas y reyes. Vivamos como tales. La santidad no es una cualidad moral, es algo ontológico. Es algo que se es, no algo que uno se hace.

Hoy es el día de todos los santos, nuestro día, el día de los difuntos es mañana, hoy es el día de los santos, y no todos estmosSanto muertos.

«¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!». Los redimidos no dicen: «¡Lo hemos conseguido!», sino «la victoria es de nuestro Dios» y Jesús no dice: «Bienaventurados los que no fallan nunca o todo lo hacen bien…» sino «Bienaventurados los pobres, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre…»