“Los grandes cambios sociopolíticos” van en la línea de lo que afecta a la familia, la vida, la enseñanza, etc., pero no para custodiarla o dignificarla, sino para manipularla hasta extremos inconcebibles e irreparables, ya que lo que ahora se destruye será muy difícil recuperarlo en generaciones… Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, la naturaleza nunca.
Cuando se favorece un laicismo radical que de manera sibilina (en ocasiones no tan veladamente) impone sus criterios, desde la mentira y el engaño, para destruir lo más sagrado del ser humano, entonces hay que preguntarse quién es el verdadero reaccionario.
La misión de la Iglesia es clara y sin tapujos. Lo san Pablo: “Por Él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús”. Y esto no es para “usar” al hombre, sino para llevarlo a lo más grande, a aquello que lo dignifica plénamente: Dios, su creador, que le ama con amor infinito y misericordioso. No se trata de “deberle” nada a Dios, sino de buscar lo que nos hace auténticamente felices, porque todo lo que le da gloria a Él, redunda en beneficio nuestro… ¡siempre!
“Aquí hay uno que es más que Jonás”. ¡Sí!, es alguien superior a cualquier político o filántropo universal. Se trata de aquel que ha dado la vida por ti y por mí. Aquel que, anonadándose a Sí mismo, ha recuperado lo que nos pertenece y libera. Por mucha sonrisa y “talante” que algunos quieran mostrarnos, nunca será bandera alzada ante el mundo en la que resplandezca la verdad…
Lo nuestro no es la connivencia con un secretismo de iniciados que, amparándose en el progreso del hombre, sólo buscan el interés personal y egoísta de sus ideologías mezquinas, sino anunciar al mundo entero que Cristo ha muerto y resucitado por amor… escándalo para unos (los que buscan exclusivamente la gloria humana: fama, dinero y poder), y necedad para otros (los que tienen el corazón puesto en las cosas que llevan a la muerte: aborto, eutanasia y libertinaje).
¡Miremos a la Virgen!… Ella, esclava del Señor, es ahora Reina de Cielos y Tierra. Y ha llegado a esta dignidad, no porque fuera iniciada en ciencias ocultas a los demás hombres, sino porque dijo que sí al Amor de Dios desde la humildad de no reconocerse nada sin Él.