Ya se va acercando el fin del año litúrgico. Las lecturas nos están hablando estos días de los últimos tiempos, aunque no sabemos el día ni la hora. Realmente ¿Qué más da?
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndonos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
Siempre me asombra el crudo realismo con que nos trata Jesús. No nos vende una fe cómoda, apoltronada, simpática y amable. Sólo Cristo salva y sólo estando con Cristo seremos salvos. Pero muchos intentarán que nos apartemos del Señor. Los aplausos y los cánticos fueron la antesala de la Cruz.
Os que seguimos a Cristo tenemos que ser muy realistas. No vamos a ir cosechando éxitos, muchas veces nos perseguirán y, curiosamente, la sangre de los mártires se convierte en semilla de nuevos cristianos. La perseverancia salvará nuestras almas, pero eso no se improvisa. El estar unidos a Cristo significa no abandonarle en los momentos de prueba, ni cuando venga la tentación o el desánimo. A lo mejor tenemos épocas de sequedad en que nuestros sentidos y nuestro corazón parecen vacíos…, pero entonces ponemos en juego la inteligencia y la voluntad para no dudar de que Dios no sigue amando en esos momentos. La fe no es un sentimiento, es la certeza de estar en manos de Dios en todo momento, aunque parezca que todo se derrumba Dios ya ha vencido al mundo.
María se mantiene en pie al lado de la Cruz, aunque pareciera que todo se acaba ella sigue junto a su Hijo y así vence a la serpiente. Déjate enseñar por la perseverancia de María