“Quien dice: «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él”. La palabra “amor” no cabe duda de que es la palabra fuerte durante esta Octava de Navidad. Muchas son las maneras de manifestar ese cariño, y estos días parecen propicios para hacerlo: regalos, felicitaciones, comidas familiares…
El otro lado de la realidad nos muestra, también en estos días, la terrible soledad de muchos que no tienen nada y, lo que es todavía más crudo, no tienen a nadie. Hay como una especie de sensibilidad de fondo que hace que se encienda en nosotros el piloto rojo, y nos sentimos llamados, al menos en este tiempo, a “hacer algo”, un donativo, una suscripción a una “ong”, qué sé yo, algo para tranquilizar un poco nuestra conciencia. Sí, no es que esté mal, pero ¿qué hay detrás de eso? quizá poco, muy poco.
San Vicente de Paúl le decía a una de sus religiosas cuando cuidada a los pobres entre los pobres: “En cada reproche que recibimos por cada uno de estos pobres que damos de comer, hemos de encontrar la verdadera paga que merecemos”.
Simeón a María: “Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma”. ¿No nos parece que, sin que medien las justificaciones, la tranquilidad de nuestra¡ conciencia, ni cosas por el estilo, nos las está diciendo también a nosotros hoy? Habrá que sacar las conclusiones.