Llama la atención el contraste de actitudes que suceden entre las personas que buscan sinceramente el bien de los demás y su felicidad de las que solo buscan su bien propio y su felicidad egoísta. En estas últimas se sufre sus actitudes tóxicas que perjudican a todo el que se cruza en su camino. Aunque aparentemente, a veces nos creemos que están personas son las más listas y que se salen con la suyo, eso no es así; no alcanzarán la felicidad.
Hoy Jesús, de nuevo, sufre los prejuicios y las malas actitudes de los fariseos y los escribas, personas ciegas y obsesionadas con buscar la manera de quitarle de en medio. Su egoísmo y soberbia les lleva a esta situación. No les importa el sufrimiento de la discapacidad de este hombre que acude al Señor, su problemática de vida o su necesidad. Solo quieren encontrar más argumentos para acabar con Jesús.
Pablo aprende del Señor y se alegra de sus padecimientos por ser apóstol de Cristo, porque su vida y sacrificio están ayudando a muchos hermanos en la fe y es testimonio para la salvación de los demás. Ser ayuda para que otros alcancen la sabiduría en Cristo que les lleve a la felicidad al acercarse al misterio de Dios. De Dios viene mi salvación y mi gloria no de no se que técnicas de relajación o filosofías o «gurus» o «falsos maestros» de pseudoespiritualidades con las que se montan negocios lucrativos; parecido a lo que vendían estos fariseos a la gente sencilla para aprovecharse de ellos.
Es una pena el caos y la desorientación que muchas personas sufren hoy por no escuchar la enseñanza de Jesús, por no confiar en Él y hacerlo en toda la amalgama de ofertas consumistas de espiritualidad que el relativismo actual propicia, gracias a estas personas con actitudes tóxicas. Quizás, nosotros tengamos algo de culpa por participar un poco de esas actitudes y no preocuparnos por darles un auténtico testimonio sin complejos. De Dios viene mi salvación. Lee una y otra vez, e interioriza este salmo 61, y propónselo a aquellos que buscan en su vida.
AMAR SIEMPRE
¿Qué está permitido, el bien o el mal, la ley o la misericordia?
La realidad de un ser humano es profunda y compleja, abarca no sólo actitudes y comportamientos que son claro objeto de transgresión de la ley, también las circunstancias que afectan a la integridad vital del ser humano, así como a su dignidad y derechos.
Es necesario dilucidar dónde están los límites, pues no siempre el fin justifica los medios.
La ley, norma y precepto, son conceptos impersonales, señalan el objeto de delito y se aplican conforme al ejercicio y letra que el Derecho establece y otorga.
En tiempos de Jesús, al igual que ahora, el excesivo rigor conducía a actitudes carentes de humana misericordia, dando por sentado que quien cumplía con lo establecido, se «lavaba las manos» como Pilato. Hoy, la sangrante realidad, nos habla de abuso y atropello que deja mal parados a los más frágiles y débiles.
La persona no es “asunto” o expediente a tratar, una historia clínica o ficha de laboratorio, tampoco objeto manipulable en aras de lo «conveniente».
Jesús dejó claro cuál debe ser nuestra prioridad frente al sufrimiento del otro.
Es imprescindible humanizar la vida.
Hay un principio que debe estár por encima de toda ley: la misericordia que nace del amor de Dios.
Pascal acertó al decir: “El corazón tiene razones que la razón desconoce».
La misericordia no margina la ley, sino que la hace coherente con la realidad humana. El ser humano tiene para Jesús todas las prioridades, fuera y dentro de la ley. Él, vino a dar verdadero sentido y cumplimiento a la Ley, por medio de su Mandamiento de Amor.
Allí donde las diversas carencias son más evidentes, descubren las urgencias del amor, que no deben hacerse esperar.
Jesús resulta molesto, cuando menos es un hombre que suscita polémica, porque interpela las frías conciencias.
La velada amenaza sobre Jesús, queda suspendida en el aire, al arbitrio de los “fidedignos» cumplidores de la ley.
¡Cuántos recelos, rivalidades, prejuicios! Miedo a perder “el puesto”, ese espacio de privilegio que excluye, deja fuera al otro, el “necesitado” de turno que rompe intereses y la norma establecida.
Si en una parroquia, comunidad, no hay cristianos-as verdaderos sanadores de Misericordia: ¿qué ley puede imperar?, ¿la del más fuerte y con mayor poder?
Y ahora me pregunto:¿La devoción o la obligación? Pienso que el AMOR nunca debe ser ni obligado ni impuesto, sin embargo, para nosotros, cristianos-as, será siempre la primera y más grande “devoción” y entrega. Sólo entonces descansaremos con Jesús, como en un sábado de fiesta.
Gracias al Padre comentarista 3, que hoy comienza otra etapa del camino, al encuentro con Jesús. Sin la ayuda y orientación de todos los sacerdotes, no sería posible este espacio. Paz y bien.
Miren Josune
Eskerrik asko, Miren Josune… Gracias por esos comentarios añadidos, que a diario nos aportan tanta luz, fuerza y esperanza, para seguir caminando en pos de Cristo.
Eskerrik asko, José Ángel:
De verdad, es una alegría muy grande, poder hacer bien con mi modesta aportación. Como expresó con gran acierto el Padre comentarista 1, debemos ser valientes en tiempos de increencia e indiferencia, ser portadores-as de la Palabra.
Quiero ser, con la ayuda del Señor, «Mirófora» del Evangelio; es el mejor bálsamo para sanar heridas y sentir el AMOR de Jesús en medio de nosotros-as, sin olvidar de hacer creíble la Palabra en la COHERENCIA de nuestra vida, ahí es donde nuestros hermanos-as esperan la respuesta.
No soy yo quien habla, es el Espíritu de Jesús quien habla dentro de mí, su aliento aviva cada día las «brasas encendidas» de mi corazón.
¡Guztiak elkarrekin igurzten!
Todos y todas remando juntos.
¡NO TENGÁIS MIEDO, ABRID LAS PUERTAS A CRISTO!
gracias por los comentarios, nos ayudan a perfeccionar las virtudes, es esa gracia de Dios a travez del Espiritu Santo, instrumento para esa ayda sobrenatural, en busca de la Santidad personal
Quiero aclarar, que no tengo nada que ver con los comentarios de «Gemo».
Este espacio, es un lugar de reflexión positiva, para ayudarnos a profundizar en las lecturas del Evangelio.
Edificar siempre. El P. Francisco nos invita a ser «Primavera» y no «Otoño».
AMGD.
Miren Josune