Miércoles 31-8-2022, XXII del Tiempo Ordinario (Lc 4,38-44)
«Al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón». Todo documental que se precie tiene siempre un capítulo titulado “un día en la vida de…”. Y así también los Evangelios, al comienzo de la vida pública de Jesús, nos presentan lo que sería un día normal en la ajetreada vida del Señor. Pero nosotros queremos que todos los detalles de la existencia humana del Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre, se reflejen en nuestras vidas concretas. Por eso, tenemos que tener los ojos bien abiertos en este Evangelio de hoy para descubrir hasta los más pequeños gestos y pasos del Señor. Y la escena comienza en una casa, es decir, en familia, en amistad, en fraternidad, en la Iglesia. La casa es el lugar idóneo para reponer fuerzas después de un día cansado y coger vigor para la jornada siguiente. Así es también para Jesús, que se reunía en intimidad con sus discípulos. Allí, en casa, les abría el corazón en confidencia y los apóstoles a su vez le manifestaban sus más personales deseos. Allí Él les iba formando poco a poco para ser sus discípulos en medio del mundo. Sin la amistad no podemos vivir. También a nosotros, en casa, en la Iglesia, el Señor nos va formando para ser santos y apóstoles de nuestro tiempo.
«Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto». ¿Adónde iba Jesús tan temprano por la mañana? Marcos nos lo especifica claramente: «Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar». Cristo necesitaba orar. Antes de realizar sus milagros, de atender a los enfermos, de predicar en las sinagogas… antes de todo eso, se dirige con la mente y el corazón a su Padre. Él está siempre unido al Padre, en permanente y amorosa comunicación. Pero, a pesar de ello, también necesita momentos de soledad y silencio para conversar cara a cara con su Padre Dios. Porque esto es la oración, hablar de corazón a corazón. ¿Y nosotros, tan atareados con tantas cosas que nos olvidamos tantas veces de Dios? ¿No necesitaremos más todavía esos ratos de intimidad y diálogo con Él? El Hijo de Dios nos da ejemplo. También tú debes buscar en tu jornada un momento a solas con tu Padre Dios. No lo improvises. Mira a Cristo, que como sabía que luego no iba a tener tiempo madrugaba para rezar. ¿No puedes hacer tú lo mismo?
«Y predicaba en las sinagogas de Judea». Y no sólo predicaba, sino que se acercaba a los enfermos y «poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando». Incluso «de muchos de ellos salían también demonios». El día a día de Jesús era de una actividad grande, rodeado de tanta gente que no le dejaban ni comer… Esta es la vida diaria del Señor: dedicar a cada persona su tiempo, una palabra, una sonrisa; enseñar a las multitudes hambrientas de verdad; expulsar el mal del corazón de los hombres. Y así es también nuestra vida: dedicarnos al trabajo, cuidar a la familia, cultivar las amistades, dar ejemplo con nuestra conducta, llevar consuelo y esperanza… Pero, en medio de tanta actividad, no olvides qué hacía Jesús. Lo primero de todo, la oración. En segundo lugar, la formación. Y, en tercer lugar (muy en tercer lugar, podríamos decir) la acción. Sólo así tu acción será tan fecunda como la suya.
Querido hermano:
Ayudemos a encontrarnos con Jesús y estemos en disposición de salida. Los que habían disfrutado de los milagros intentaron retenerlo para que no se fuese; una especie de propiedad no compartida: «Es para nosotros, para que siga haciendo los milagros para nuestro beneficio».
Sin embargo, Jesús es categórico: «También a los otros pueblos tengo que anunciarles el Reino de Dios, para eso me han enviado». Es maravilloso saber que la Buena Noticia de Dios es para todos.
Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar a quien se quedó al lado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad».
Retener a Jesús y controlar la gracia es estructurar la fe, de tal forma, que no nos inquieta que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesús, sin una comunidad de fe que les ayude a crecer y sin un horizonte de sentido y de vida.
Recuerda siempre; quien a Dios tiene nada le falta solo Dios, basta. Reza cada día el Santo Rosario, con La Virgen Maria, Madre del Cielo y Tierra y Madre nuestra. Pide por la Paz en el Mundo. Tu hermano en la fe: José Manuel.
EL #1EN MI OPINION ES LA «FORMACION» O ESTUDIO, DE LO CONTRARIO, SOLO ES CONFUSION, CUENTO, FABULAS,CAOS,ENGAÑO, ETC, OH!!!!!