PRIMERA LECTURA
Preparadle un camino al Señor.
Lectura del libro de san Marcos 13,33-37
«Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados».
Una voz grita:
«En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos juntos – ha hablado la boca del Señor -».
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con sus brazos los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían».
Palabra de Dios.
Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos».
La salvación está cerca de los que lo temen,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
y sus pasos señalarán el camino. R.
SEGUNDA LECTURA
Esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 3, 8-14
No olvidéis una cosa, queridos míos, que: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.
El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión.
Pero el día del Señor llegará como un ladrón.
Entonces los cielos desaparecerán estrepitosamente, los elementos se disolverán abrasados y la tierra con cuantas obras hay en ella quedará al descubierto.
Puesto que todas estas cosas van a disolverse de este modo ¡qué santa y piadosa debe ser vuestra conducta, mientras esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios!
Ese día los cielos se disolverán incendiados y los elementos se derretirán abrasados.
Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.
Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables.
Palabra de Dios.
Aleluya Lc 3, 4cd. 6
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.
Toda carne verá la salvación de Dios. R.
EVANGELIO
Enderezad los senderos del Señor.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 1-8
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está escrito en el profeta Isaías:
«Yo envío mi mensajero delante de ti, en cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”»; se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:
«Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Palabra del Señor.
Hay una ERRATA: la primera lectura es del del LIBRO DE ISAÍAS (40,1-5.9-11)
Para preparar el camino al Señor que viene, es necesario tener en cuenta los requisitos de conversión a la que invita el Bautista. ¿Cuáles son estos requisitos de conversión? Ante todo, estamos llamados a rellenar los barrancos causados por la frialdad y la indiferencia, abriéndonos a los demás con los mismos sentimientos de Jesús, es decir, con esa cordialidad y atención fraterna que se hace cargo de las necesidades del prójimo. Es decir, rellenar los barrancos producidos por la frialdad. No se puede tener una relación de amor, de fraternidad, de caridad con el prójimo si hay “agujeros”, así como no se puede ir por un camino con muchos baches, ¿no?
Hace falta cambiar de actitud. Y todo esto hacerlo también con una atención especial por los más necesitados. Después es necesario rebajar tantas asperezas causadas por el orgullo y la soberbia. (…) El creyente es aquel que, a través de su hacerse cercano al hermano, como Juan el Bautista, abre caminos en el desierto, es decir, indica perspectivas de esperanza incluso en aquellos contextos existenciales tortuosos, marcados por el fracaso y la derrota. (Francisco, Ángelus, 9 diciembre 2018) (VATICAN NEWS )
«Yo envío mi mensajero delante de ti, eL cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”»
LA PRIMERA LECTURA ES DE ISAIAS NO DE SAN MARCOS
“Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos” (Sal 84)
Tres son los personajes que nos van a acompañar durante el adviento para “arropar” a Jesús en su nacimiento: el profeta Isaías, Juan Bautista y la Santísima Virgen María. Hoy aparece con fuerza el segundo de ellos. El evangelio de San Marcos comienza con la potente predicación de Juan el Bautista en el desierto. Esto es lo que hemos escuchado hoy.
Lo primero que hay que señalar, si nos fijamos bien en esta lista de nombres, es que todos estos hijos nacidos de mujeres estériles tienen algo en común: fueron cruciales en el desarrollo de la historia de la salvación; lo segundo que tenemos que hacernos es una pregunta: ¿Qué nos quiere decir Dios con todo esto? La respuesta la encontramos en el evangelio de San Lucas y en relación con la mujer que ocupa un lugar también en esta lista … aunque con una particularidad: no es estéril, sino virgen: María; san Lucas, después de anunciar el nacimiento de Jesús a María por boca del arcángel San Gabriel, escribe: “Porque para Dios nada hay imposible” (Lc 1,37) y, por otro lado, encontramos en el libro del profeta Isaías: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice el Señor” (Is 55,8) Teniendo en cuenta todo esto, continuamos adentrándonos en las lecturas que hemos escuchado.
Marcos comienza su evangelio de forma completamente diferente a los otros dos con los que conforma los sinópticos. Marcos va directo al grano. No se anda con rodeos. Su evangelio empieza con el sonido estridente de una trompeta: “Comienza el Evangelio de Jesucristo, el hijo de Dios” (Mc 1,1), que es como si dijera: ¡Llega la salvación! Marcos está escrito para los gentiles, y hay que señalar que el título, Cristo -ungido-, no tiene la misma autoridad para los gentiles que para los judíos. El pueblo judío esperaba que el Mesías -el ungido por Dios- fuera un gobernante que devolviera a Israel a su lugar entre las naciones y con ello trajera la paz y la seguridad al pueblo. En su evangelio, Marcos quiere desengañar a los judíos sobre esta idea. Se dice comúnmente que la sombra de la cruz cae a lo largo de todo este evangelio. El Cristo sufriente al que revelará Marcos es muy diferente del rey guerrero que el pueblo judío esperaba. Sin embargo, este no es un libro sombrío.
Marcos nos dice desde el principio que esta historia trae “Buenas noticias” (ευαγγελιον) . El título Hijo de Dios, sin embargo, si es más comprensible para los los gentiles porque considera un ser muy poderoso, un dios como los dioses a los que ellos están acostumbrados. Al incluir los dos títulos, Cristo e Hijo de Dios, Marcos hizo notar la autoridad de Jesús para todos y sobre todo, y tanto judíos como gentiles lo pueden apreciar.
Pero quiero fijarme ahora en la primera palabra de este primer versículo en su versión original griega: Ἀρχὴ (principio, comienzo) Es importante esta palabra porque nos remite a otro libro de la biblia, el libro del Génesis, que también contiene esa misma palabra -aunque en su versión hebrea בְּרֵאשִׁית- que traducimos por “en el principio”. San Marcos quiso dar comienzo así a su obra para dejar claro que aquello que él va a describir es una nueva creación a través de la persona de Jesús.
Pero si queremos ahondar un poco más en este tema, no podemos dejar pasar por alto a otro evangelista, San Juan, que en su particular obra tira también del mismo concepto e ilumina a San Marcos (y a nosotros) con sus letras: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1) Ahora podemos “juntar” las piezas del rompecabezas, enmarcarlo, colgarlo en la pared y mirarlo para descubrir un cuadro pintado con arte: Llega la salvación para todos los hombres a través de un palabra que tiene el poder de crear. Todavía se puede explicar un poco mejor: ¿Quieres ser feliz? Escucha esta palabra porque es poderosa. Y esto mismo es lo que responde el salmista: “Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos” (Sal 84) Fíjate bien que es lo que dice el salmo: La paz (una manera de llamar a la felicidad) es para los judíos (su pueblo) y para los amigos del Señor -los que no son judíos- (que somos tu y yo, por ejemplo)
Es curioso que también nosotros, cuando pagamos una deuda que hemos contraído con alguien, decimos “estamos en paz”, expresando de esta manera no solo que hemos liquidado la deuda, sino que podemos dormir tranquilos, estamos en paz. (Ya sabes, el que paga la deuda se queda tranquilo y el que cobra, también) Pues de la misma manera, la primera lectura echa mano de este concepto para expresar cómo de bueno es el Dios de Israel que está dispuesto a perdonar toda la deuda. Leemos: “Consolad a mi pueblo (…) se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados” (Is 40,2) Por eso el Salmo acierta cuando dice “Dios anuncia la paz”(Sal 84)
Pero estábamos hablando de Juan el Bautista. Habiendo preguntado los fariseos a Juan quien era él, si el Cristo o Elías o algún otro profeta, respondió: “Yo no soy el Cristo, ni Elías, ni un profeta. Y ellos: Entonces, ¿quién eres? —Yo soy la voz que clama en el desierto. (Jn 1, 23.28) Dijo que él era la voz. Observa que Juan es la voz. ¿Qué es Cristo sino la Palabra? Primero se envía la voz para que luego se pueda entender la palabra. ¿Qué es la voz? ¿Qué es la palabra? ¿Qué son una y otra cosa?
Una palabra no recibe ese nombre -palabra- si no significa algo. En cuanto a la voz, en cambio, aunque sea solamente un sonido o un ruido sin sentido, como el de quien da gritos sin decir nada, puede decirse que es voz, pero no es palabra. Supongamos que uno lanza un gemido o un lamento: eso solo son voces. Se trata de cierto sonido informe que lleva o produce en los sonidos un cierto ruido, sin ningún significado. La palabra, en cambio, si no significa algo, si no aporta una cosa al oído y otra a la mente, no recibe tal nombre. Entonces, si gritas, estamos ante una voz; si dices “hombre” ya estamos ante una palabra, igual que si dices “bestia”, “Dios”, “mundo”, o cualquier otra cosa. La Palabra tiene un gran valor, aunque no la acompañe una voz; pero la voz sin palabra es algo vacío.
Ahora fíjate bien. Antes de que suene la voz en mi boca, está retenida la palabra en mi mente. Así que la palabra está antes que mi voz; en cambio, para que tú puedas comprender, llega antes la voz a tu oído, y así la palabra se insinúa a tu mente. Pues de la misma manera Juan es la voz y Cristo la Palabra. Cristo existió antes que Juan, pero junto a Dios, y después de él, pero entre nosotros. ¿Qué quiero decir con todo esto? Que para que llegue a tu interior la palabra es necesaria la voz. Jesús es la Palabra. Jesús es la salvación. Jesús es el camino, la verdad y la vida. Jesús es el que viene con poder. Jesús es el que puede transformar tu vida totalmente. ¡TOTALMENTE! ¿Eso es posible? ¿Es posible que yo sea una persona diferente, completamente diferente? ¿Es posible que yo pueda ser feliz? Si. Así es.
Pero antes no olvides cuál es la causa de que no seas feliz, la causa de la enfermedad para que puedas ser tratado y curado: el pecado. Escribe San Pablo: “Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco”. (Rom 7, 14-15) Y ahora viene la razón por la cual estamos preparándonos para conmemorar la primera venida del Señor Jesús, en carne mortal y también la causa por la que cada día esperamos que venida el Señor Jesús a nuestra vida. Sigue diciendo San Pablo a los Romanos: “¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor!” (Rom 24, 25a)
Por eso es Juan el Bautista -la voz- quien, cuando ve venir a Jesús donde él para ser bautizado, una vez que se sumerge en las aguas del jordán, dice de él: “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29) Para esto viene el Señor, para perdonar pecados, redimir nuestra naturaleza caída y devolvernos la amistad con Dios. Y para que esto ocurra es necesario que creamos en él. Entonces fíjate bien en lo que dice el apóstol: “¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Rom 10, 14-21) Y aquí está el papel de la voz: ser esos pies que anuncian la paz.
Resumiendo. La única manera que tenemos de que nuestros pecados sean perdonados, podamos ser hombres nuevos capaces de tomar la vida en peso, ¡mi vida en peso! (es decir, ser quien soy sin escapar de la realidad de mi vida aunque no me guste) y ser felices en medio de las dificultades, es creyendo en el único que puede perdonar pecados, que no es otro sino Jesucristo, el Hijo de Dios, la palabra hecha carne. Pero esta Palabra necesita ser pronunciada (de otro modo solo sería ruido, sonido, voz) ¿Dónde se anuncia hoy esta buena noticia? ¿Dónde se anuncia el amor incondicional a mi persona? ¿Dónde se proclama que hay alguien que me quiere tal como soy sin pedir nada a cambio? ¿Dónde puedo escuchar que Dios anuncia la paz? Y por último ¿dónde puedo escuchar la voz del Señor?
La Iglesia es la voz. La Iglesia y todo aquél que anuncia el evangelio es la voz, como Juan el Bautista era también la voz. En este sentido señala San Beda el venerable lo siguiente: “Pues todo el que predica la recta fe y las buenas obras, ¿qué otra cosa prepara sino el camino del Señor, que va a los corazones de sus oyentes, para penetrarlos verdaderamente con la fuerza de su gracia e ilustrarlos con la luz de la verdad? Hace rectos los senderos, formando por la palabra de la predicación pensamientos puros en el alma”. Y como ya hemos dicho, la voz es portadora de la Palabra; la palabra que se ha pronunciado hoy sobre nosotros es Palabra de Dios y contiene la verdad revelada.
¡Pero cuándo! ¿Cuándo llegará el cambio a mi vida? Si alguno está desesperado porque las tentaciones le superan, que no desespere y confíe, como hemos escuchado hoy mismo en la segunda lectura: “El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan” (2 Pe 3, 9-10)