No hay mejor comienzo de semana que sacar nuestra silla de tijera, ponernos en la falda del monte y atender a las palabras del Señor, porque hoy de su boca salen las bienaventuranzas. Es el programa de la “vida buena” para el hombre. Qué bonitas las palabras de una novia que me dijo el otro día sobre su novio, que en este momento ya es su marido: me quiere bien”. No es lo mismo querer con reparos, un querer parpadeante, un querer de a ratos, que un querer bien. En él, se ama y se mima, se escucha y se hace a diario el proyecto de vida. Con las bienaventuranzas pasa lo mismo, allí hay un programa educativo, de desarrollo, para alcanzar esa alegria profunda que todo ser humano espera.

Y hablando de educación. El partido de semifinales de Roland Garros entre Sinner y Alcaraz del pasado viernes (pongo por delante a Sinner, porque empezó el encuentro con un vigor arrollador del que se esperaba una derrota del español sin precedentes), fue una enseñanza educativa en toda regla. Alcaraz estuvo mustio durante el primer set, confundido. No sabía cómo recuperar su vigor, no le salían las cuentas de sus posibilidades. Y Ferrero, su entrenador, permanecía callado en la grada, con sus gafas de espejo y su gesto sereno del que parece que las cosas no van con el. No le dijo nada, en ningún momento lo amonestó ni le corrigió los puntos erróneos, que eran casi todos. Desde hace años, las reglas de los Grand Slams permiten que los entrenadores puedan dirigirse a los jugadores con algunas indicaciones. Y Ferrero no se las daba. ¿Qué ocurría,?, ¿permanecía ajeno a la mala praxis de su jugador? Normalmente cuando el niño viene a casa con una ristra de suspensos, los padres se ponen finos a la hora de cantarle las cuarenta: que es normal este suspenso porque es el resultado de tu desidia, que no has estudiado y ahora recoges la cosecha de tu pereza, que si sigues así vas a ir mal en la vida… Este tipo de correcciones sólo consiguen hundir a la criatura en un abismo de impotencia y falta de confianza en sí mismo. La personalidad se sentirá más lesionada, menos aupada, porque de un padre se exige instintivamente el aliento, no un Officium Defunctorum.

Qué bien lo hizo Ferrero, qué autoridad tan bien ejercida. A veces pensamos que el tener poder es poner al subalterno de rodillas. El entrenador del murciano dio tiempo a su pupilo para que alcanzara el punto más bajo de sus incertidumbres, y desde allí comenzó a recordarle su auténtica personalidad, sus golpes de derecha, su posición en la cancha, todo en positivo y sin la impostora del paternalismo. Era como si Alcaraz desde dentro de sí mismo, escuchara lo que necesitaba oír para rendir. Al final ganó el partido.

Este magisterio, es el magisterio divino que el Señor usa con nosotros. Nos enseña las bienaventuranzas desde dentro, para que las guardemos en la caja fuerte de lo imprescindible. Dios no es un corrector que paraliza, es el gran desarrollador del ser humano. Porque Dios disfruta viendo crecer a sus hijos.
Ponte las bienaventuranzas cerca, busca la verdadera paz, busca la justicia, oye como el Señor te empuja desde dentro, sufre con los que sufren, deja el corazón limpio, no lo castigues con las pasiones… y crecerás.