SÁBADO 6 DE JULIO DE 2024 (XIII SEMANA TO CICLO B): ODRES NUEVOS

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-17):

En aquel tiempo, los discípulos de Juan se acercan a Jesús, preguntándole:
«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».
Jesús les dijo:
«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos?
Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán.
Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor.
Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres: se derrama el vino y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan».

ODRES NUEVOS

“Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos”. Así contesta Jesús a quienes acusan a sus discípulos de comer y beber mientras los de Juan Bautista ayunaban.

Podría haberles dicho, reescribiendo un texto de la sabiduría de Israel, que hay un tiempo para ayunar y un tiempo para festejar. Pero hizo algo mucho mejor. Les hablo de la novedad. No es la única vez que lo hizo. A Nicodemo le pidió “nacer de nuevo”. Y la predicación del Reino de Dios que inauguraba la llamó “Buena noticia”. Y San Juan, en el Apocalipsis, entusiasmado por la novedad de Jesús, pone en sus labios una bellísima expresión: “hago nuevas todas las cosas”.

Y San Pablo, al definir al cristiano, lo hace llamándolo “hombre nuevo”, aquel que destierra de si mismo el “hombre viejo”, que es el hombre sometido al pecado o sometido a la ley, pero no liberado por la novedad de Jesús. Jesús se presenta como el “Hombre nuevo”.

Y quien le sigue no intenta “encajar a Jesús” en su mente, y examinarlo en la criba de sus prejuicios y de sus convencimientos, como hacían los letrados y los fariseos, sino que “a vino nuevo, odres nuevos”.

Los discípulos de Jesús, en cambio, rebosaban felicidad, porque habían descubierto en Jesús a alguien completamente nuevo, no sólo una doctrina nueva, sino una persona nueva, es más, habían encontrado en él la horma de su verdadera, y por desconocida nueva, humanidad.