Todos nos hemos visto alguna vez ante el reto de hacer un puzzle. Independientemente de la complejidad del mismo, es fundamental reconocer una pieza clave sobre la cual ir ensamblando el resto del juego, y sin la cual resulta prácticamente imposible resolverlo.

La vida humana es infinitamente más compleja que un puzzle, pero no por ello nos deja de valer esta imagen para entender el evangelio de hoy. Las palabras de Jesús pueden sonarnos hoy muy duras, ya que señala con claridad que si no anteponemos la relación con él frente al restante, no somos dignos de él. La clave es no leerlo como si de un Dios caprichoso se tratara, sino como un claro señalamiento de cómo debe estar colocado nuestro corazón para vivir de verdad. Jesús hoy nos da la clave del puzzle de nuestra vida.

No son pocas las veces en las que podemos dudar y hasta tener miedo en nuestra vida, por lo que Jesús nos recuerda que, amándole primero a él, podremos amar desde él al resto, porque es la única relación en la vida de cualquier ser humano que no va a ser posesiva: amar a Jesús con toda radicalidad nos libera el corazón para amar con verdad y Libertad todo aquello y a quienes nos rodean.

“No anteponer nada al amor de Cristo”, clamaba san Benito en su Regla. Elegir amar a Cristo en primer lugar nos posibilitará amar al mundo desde su prisma. Porque el amor de Cristo no será nunca exclusivo sino que, siendo puramente personal, es absolutamente inclusivo. Por eso perder la vida implica encontrarla. Porque lo que aparentemente es pérdida, en Cristo se nos revela como el camino para amar y vivir en santidad.