En este tiempo de verano es importante recordar que es lo esencial. Podemos llenar nuestros días de actividades, de desplazamientos, de kilómetros, de hiperactividad, de compromisos sociales, de alargar las noches, de vivir con un activismo que desgasta en vez que pacífica. Pero lo que “harta y satisface el alma” como diría san Ignacio en sus Ejercicios Espirituales: Este consejo se encuentra al final de la 2ª anotación (Ej. 2) en la que Ignacio pone de relieve la importancia de la interiorización, y lo hace en los términos siguientes: “No el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente”. Lo que nos da descanso es lo que Jesús le dice a Marta. Te veo cansada, agobiada, nerviosa, exigente y no llena de paz, de gratitud, de alegría. Pero hay otra forma de vivir y es gustar internamente de los dones y regalos que nos da Dios diariamente. María ha elegido ese camino de la contemplación, de la atención plena, de gustar internamente los regalos de Dios.

En el verano podemos vivir en modo turista o en modo peregrino. El turista es el que busca llenar su galería de fotos con mil imágenes, con la ansiedad de quien colecciona instantes. No agradece lo que observa, no se fija en quien vive en los diferentes lugares, no interactúa con la población local, con la gente que vive todo el año allí. Solo consume momentos y compra souvenirs. El peregrino integra lo que vive por fuera, y lo que le mueve por dentro. Deja que la realidad, los paisajes, las personas, los acontecimientos le hablen. El peregrino se apoya en su báculo que es signo del Dios que le sostiene, que le acompaña, que le envía a una misión.

Solo encontraremos verdadero descanso cuando hagamos cada día la voluntad de Dios. En vacaciones seguimos teniendo una misión: construir el Reino. La paz de Dios es necesaria en nuestros días cuando encontramos tantos espacios frenéticos, acelerados, estresantes. La Iglesia en medio del mundo está llamada a ser hogar, a ser encuentro familiar entre las personas, creadoras de fraternidad. Que la paz del Señor nos evite ser creadores de conflictos y de tensiones.