«¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?» (1 Cor 6,19)
En el Nuevo Testamento cada uno de nosotros es un Templo del Espíritu Santo. Hay una realidad que tenemos poco en cuenta: el misterio de la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma del cristiano. No es este el momento de desarrollar todas las implicaciones de esta verdad, pero sí para hacer alguna reflexión que nos sirva.
Según las palabras de Jesús somos «casa de oración», es decir: lugar dónde se da culto a Dios. Podemos hacer de nuestra vida un solo acto de adoración y alabanza. Podemos hacer que todos nuestros pensamientos, acciones, palabras, gestos sean actos de culto a Dios. ¿Voy a vivir igual sabiendo esto?
Me decía una persona que su vida no valía nada: que no podía hacer nada por el Señor. Estaba en un momento en que se sentía limitada, por sus condiciones de salud, para hacer cosas por Dios. Le dije: «Solo con respirar, ya estás dando gloria a Dios».