Isaías 7, 1-9; Sal 47, 2-3a. 3b-4. 5-6. 7-8 ; san Mateo 11, 20-24
No hace falta tener un doctorado en psiquiatría por Harvard para saber cuando una persona, a la que conocemos bien, va a estallar. Las mayores “broncas” que me han echado, he dicho o he visto suelen ser las que reciben las personas a las que quieres y a las que recriminas que malgasten su vida, su tiempo o sus capacidades. Seguro que cualquiera que ha tenido que decir algo así a alguien sabe lo que cuesta. Pensamos las palabras, que no ofendan a quien las oye pero que le “pongan en marcha,” le “espabilen.” Buscamos el mejor momento para decírselo al interesado (si uno se deja llevar por la pasión del momento puede decir cosas de las que se arrepiente después siempre) y nos ponemos más nerviosos que aquél al que vamos a increpar que, ignorante de su suerte, vive tan feliz. Si el otro es observador se fijará en que se nos hincha alguna venilla, nos tiemblan los nudillos o miramos de una manera especial. Muchas veces el otro no es tan sutil y, cuando recibe la reprimenda que nace del aprecio que le tienes, se siente ofendido.
“Se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros.” No sé si al Señor se le hincharía alguna vena del cuello o de la frente, o si le temblaría ligeramente la voz al pronunciar palabras que quisieras no tener que decir nunca, me imagino que sí.
El Señor busca hoy “espabilarnos,” hacer que reaccionemos ante tanto acostumbrarnos a los milagros de Dios. Tal vez Europa decida borrar de su constitución las referencias la cristianismo, tal vez en tu país o en tu estado se borren los signos religiosos, se arranquen las cruces y se prostituyan las universidades (haciendo de una enseñanza que debía ser “universal” algo parcelario y sectario). Puede incluso que en tu parroquia o en tu diócesis preocupe más la “eficacia administrativa” que anunciar a Cristo. No te preocupes, no quieras erigirte en juez, ya llegará el día del juicio y oirán esas palabras: “Si no creéis no subsistiréis,” y serán polvo y ceniza, no serán nada.
Pero, como siempre, no vamos a echar balones fuera. Al escuchar el Evangelio de hoy podríamos decirnos: “Agárrate, que vienen curvas.” ¿Cuántas veces a lo largo del día das las gracias a Dios por los milagros que hace en tu vida? ¿Te das cuenta de la acción –constante y sin interrupción-, del Espíritu Santo en tu alma? ¿Estás dispuesto a seguir convirtiéndote al Señor todo el periodo de vacaciones?. No pienses que el día del juicio será para “los otros.” Serás tú quién tenga que ponerse frente a Cristo y evitar que se le hinche la venilla de la frente.
Nunca pienses en estas cosas con miedo o temor a que puedas sufrir el castigo eterno. Piénsalo con el miedo y el temor de hacer “pasar un mal rato” a quien te quiere. Si el Señor nos corrige es porque nos ama intensamente, con mucha más hondura y profundidad de la que nunca podremos imaginar y, porque nos quiere, nos corrige. No seas tú como los niños tontos o los adolescentes soberbios que tiran coces a quien les reprende con cariño y no les gusta ver que desperdician su vida.
Si alguna vez te hiere en tu pobre soberbia alguna corrección de Dios, acude corriendo a los brazos de María y te descubrirá que es por tu bien y verás los milagros que Dios sigue haciendo en tu vida.