Hebreos 13, 1-8 ; Sal 26, 1. 3. 5. 8b-9abc; Marcos 6, 14-29
Ayer me llamó mi madre preocupada. Una amiga había llegado a casa y quería ver un DVD, pero en la televisión no se veía nada. Por teléfono le fui dando diversas soluciones (sacar el disco, comprobar que estaba en su posición correcta, volver a encenderlo y apagarlo, etc…). Cuando le pregunté qué canal estaba viendo en la televisión me sorprendió: “No, ahora no estoy viendo ninguno, pero la televisión funciona bien porque ayer la encendimos.” ¡Problema resuelto! Bastaba con encender el televisor para que se viese la película y es que la ciencia avanza que es una barbaridad. Comprendo a mi madre, ha criado siete hijos y en el matrimonio se han privado de muchas cosas por amor a su familia. Bastante que ya se maneja con un mando para la televisión, otro para el video, otro para el DVD y hasta el teléfono móvil. Mi padre hasta se echa sus partiditas a la “Play-Station.” Cualquier niño de ahora se maneja a sus anchas entre mandos a distancia y aparatitos diversos, a los mayores les cuesta algo más.
“Que todos respeten el matrimonio, el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará.” (…) y así continúa hoy la carta a los Hebreos. Habrá que terminar diciendo “Palabra de Dios, con perdón” no sea que nos acusen de homófobos o algo parecido. Ahora hablan del matrimonio y la familia y quieren legislar sobre él aquellos que no lo usan, ni lo entienden ni lo respetan. Deberían dejar estos asuntos a los matrimonios que llevan más de cuarenta años de fidelidad, de dificultades y de alegrías y han renunciado a mucho por sacar a sus hijos adelante. La Iglesia, desde sus comienzos, está formada principalmente por matrimonios y familias que han vivido heroicamente su fe y su entrega.
¿Cómo quieren tener una voz autorizada sobre la familia a los que les da igual el matrimonio que “la pareja” (o el trío o la escalera de color)? ¿Cómo quieren entender de la Iglesia los que se pasan más tiempo en el cuarto de baño que ante el sagrario?. Serán doctores en “ombligología”, pero no Padres de la Iglesia. Y tristemente no se les puede achacar ignorancia. Como Herodes sabía que había hecho mal y por eso al oír hablar de Jesús se temía: “Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado,” los que quieren cortar la cabeza a la familia y a la Iglesia saben que no hacen bien, pero no les gusta que les recuerden que “no es lícito tener la mujer de su hermano,” o que les digan que no se puede hacer del sexo un diosecillo, ni sólo actuamos por instintos o para nuestro propio beneficio. Quieren acallar y ridiculizar a cualquiera que se lo recuerde, pero no podrán acallar al Espíritu Santo.
“Acordaos de vuestros jefes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe.” Los apóstoles (excepto San Juan), murieron mártires cantando alabanzas a Dios. ¿Qué ejemplo quieres seguir? ¿El de los promiscuos, infieles y demás ejemplos que nos muestra la televisión y la sociedad como modelo, o el del matrimonio de viejecitos que pueden mirar juntos su pasado con alegría y con orgullo, el de el matrimonio joven que se cuidan uno al otro llenando de amor las salas del hospital y que ni la cercanía de la muerte los separa, o el de la familia que sabe ceder sus gustos y sus gastos los unos por los otros.?
Sinceramente prefiero fijarme en esos segundos modelos, aunque no salgan en la televisión. Los años cambian, pero “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.”
Vamos a pedirle hoy a la Virgen que sepamos dar a conocer esos segundo modelos, que tal vez no sepan encender un DVD, pero saben vivir y que tú y yo sepamos ser ejemplares en nuestra vida.