Isaías 58, 7-10; Sal 111, 4-5. 6-7. 8a y 9; san Pablo a los Corintios 2, 1-5; Mateo 5, 13-16

Hoy voy a “plagiar” (lo hace tanta gente) y así se siente uno un poco delicuente. Realmente si digo de quién he sacado la cita no es un plagio muy bueno pero uno tiene sus limitaciones. Para preparar los comentarios hay que leer las lecturas del día, rezarlas, tenerlas presente a lo largo de los acontecimientos del día para poder poner la anécdota, leer bastante y, lo más costoso, escribirlos y posteriormente la ardua tarea de corregirlos. Esta semana, leyendo el comentario al Evangelio que aparece en el semanario “Alfa y Omega” y que escribía el arzobispo de Granada me gustó la anécdota del comienzo, así que la copio literalmente.
En un capítulo de Los grandes cementerios bajo la luna, Bernanos imagina la ficción de un ateo de buena voluntad (que los hay, y son legión) que pudiese predicar a los fieles, el día de Santa Teresa de Lisieux. Bernanos escribió esta obra hacia el final de la guerra civil española. Y, a pesar de las apariencias, no es un libro sobre la guerra civil, sino más bien un ensayo, profético a mi juicio, sobre la condición del cristiano en el descristianizado mundo contemporáneo. En un pasaje de ese texto, el supuesto ateo les dice a los cristianos: “Vosotros decís que sois la sal de la tierra. Si el mundo huele tan mal, ¿a quién voy a echar las culpas?”
Aquí se acaba el “plagio” (o mejor dicho, la cita). ¡Ojalá nuestra vida fuese un continuo “plagio” del Evangelio, pero somos tan blanditos!.
“Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.” “Si el mundo huele tan mal,” vive entre tanta oscuridad, ¿qué está pasando?. No soy amigo de poner el apellido “católico” a muchas organizaciones, como si fuesen elementos de presión social; pero sí soy amigo de llevar y sentirme orgulloso de ser católico e intentar vivir como tal. Ciertamente muchas veces querrán apagar esa luz: se reirán de tres millones de firmas a favor de la clase de religión, se silenciará la riada de ayudas que desde los cristianos de las parroquias se da cuando hay una catástrofe, se habilitarán púlpitos para los enemigos de Cristo con amplificadores más fuertes que los de mi pobre parroquia. Pero, por muchas dificultades que haya, no podemos ocultar nuestra luz, que es la luz de Cristo. Para eso es necesario ser valientes y fuertes. No se trata de abofetear a nadie, pero no podemos avergonzarnos de ser cristiano. Este fin de semana que tantos estarán de carnaval no les importará a muchos salir vestidos (y eso dando gracias a Dios), de cualquier manera, comportándose sin ningún tipo de pudor o vergüenza, haciéndose “los dueños de la calle” durante estos días. Si por una fiesta así tantas personas se movilizan y les da lo mismo el qué dirán, entonces ¿por qué a los cristianos nos da tanto pudor el asistir en familia ( o solos en el peor de los casos), a la Santa Misa los domingos?. ¿Por qué nos callamos cuando se ataca a nuestra madre la Iglesia?. ¿Por qué nos da miedo hablar a los amigos de oración, de confesión, de la gracia de Dios?.
Tal vez por dos motivos principales: Uno puede ser que queramos “quedar bien,” ser actuales, pero entonces tendremos que decir “nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna , sino a Jesucristo, y éste crucificado.” Eso siempre es actual, como decía el Papa se puede ser muy moderno y muy de Cristo. La reina del carnaval estará medio desnuda para gustar, Cristo está desnudo en la cruz para salvarnos.
El segundo motivo puede ser que nos sentimos acomplejados, no sabemos cómo hacer que “el justo brille en las tinieblas como una luz.” Entonces repara la primera lectura. “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces brotará tu luz como la aurora.” Vive la caridad como Cristo y brillará Cristo, aunque a ti te pisoteen.
Me estoy alargando, así que nos volveremos a preguntar, como el personaje de Bernanós “Vosotros decís que sois la sal de la tierra. Si el mundo huele tan mal, ¿a quién voy a echar las culpas?” Pídele, hoy domingo, a la Virgen y al Señor en la Eucaristía, que nunca nadie te pueda dirigir esas palabras pues en ti y en tu entorno descubran a Cristo.