Hechos de los apóstoles 18, 1-8; Sal 97, 1-2ab. 2cd-3ab. 3cd-4; san Juan 16,16-20

Esto de la informática avanza que es un barbaridad. Dios no me ha bendecido con el dominio de los idiomas, pero gracias a la informática ya no hay fronteras. ¿Qué quiero hacerme entender? Pues busco un traductor en Internet y ya domino una lengua más. Claro que a veces la ciencia tiene sus límites. Si tuviera que hacer este comentario con una Biblia en inglés y fiándome de los traductores, le pediría que me tradujese: “A little while, and you will see me more; again a little while, and you will see me.” Y me contestaría que significa: “Un poco rato, y usted me considerarán más; otra vez un poco rato, y usted me considerarán.” ¿Le “considerarán” qué?. Me habría vuelto loco dándole vueltas a esta idea. Se pueden hacer pruebas diversas. Si en un traductor escribo: “Hola, soy yo,” y lo traduzco al inglés, del ingles al francés, del francés al alemán, éste lo volvemos a traducir al inglés y lo traducimos a la lengua de Cervantes diríamos: “El buen día es yo.” Clarísimo.
“Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.” Si lo pusiese en un traductor me diría: “Usted será triste,…” y es que en inglés no distinguen entre los verbos “ser” y “estar” (creo), es un “to be” donde cabe todo. Si alguno intenta traducir este comentario al inglés se volverá loco.
Hay quien piensa que los cristianos somos tristes, y nada más lejos del seguimiento de Cristo. El cristiano puede estar triste, pero no ser una persona triste. Nos puede producir tristeza que mucha gente aún no crea en Dios, que se le ofenda constantemente sin ningún rubor, que se denigre a la persona humana, que se maten a los inocentes antes de nacer, que siga habiendo guerras, que se mancille el amor, que dos tercios de la población pase hambre, que la verdad no tenga ningún valor y la fidelidad a la palabra dada se convierta en agua de borrajas, que … podríamos seguir la lista casi indefinidamente. Esto nos hace estar tristes, pero no nos hace personas tristes. Sabemos que cualquier pena o calamidad es sólo para “un poco” de tiempo, pero “un poco más tarde me volveréis a ver.” El cristiano pone todos los medios, -como San Pablo que “todos los sábados discutía en la sinagoga, esforzándose por convencer a judíos y griegos”-, para anunciar la esperanza, para levantar la vista de este “valle de lágrimas” y así poder contemplar “la victoria de nuestro Rey.” Si escuchan al Espíritu Santo, mayor alegría para nosotros; pero si cierran su corazón a Dios y “responden con insultos” pues “vosotros sois responsables de lo que os ocurra, yo no tengo la culpa. En adelante me voy con los gentiles.” Eso nos pondrá tristes, pero no nos hará seres tristes.
Los tristes son perezosos. Se han quedado sin metas en su vida, enseguida se “desinflan” y abandonan el apostolado. Se acobardan ante cualquier obstáculo, tienen dormido el corazón y las manos, les falta imaginación y piensan que anunciar a Cristo es “complicar la vida innecesariamente a la gente.” El centro de su oración son ellos mismos, siempre encuentran obstáculos o, en frase de otro, “un problema para cualquier solución.” A veces dicen que el centro de su vida es la cruz, y tienen razón, pero no es la cruz de Cristo sino la del ladrón que blasfema y sólo sabe renegar de su suerte, incapaz de escuchar “Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso.”
No podemos hacer una Iglesia de tristes, ni debemos permitir que nos roben la alegría. Sólo es un poco de tiempo. Piensa en nuestra madre la Virgen al pie de la cruz. No hay tristeza como la suya, pero no era una mujer triste, acogió en torno a sí a los apóstoles y les infundió valor, esperanza y alegría mientras esperaban al Espíritu Santo. ¿Tú eres triste?. Seguro que no, será una mala traducción, ponte ante el Sagrario, guíñale un ojo a Jesús sacramentado, confiésate con humildad si te hace falta y poneros a maquinar, Él y tú, cómo transformar el mundo, cómo sembrar alegría.