libro de los Reyes 17, 5-8. 13-15a. 18; Sal 59, 3. 4-5. 12-13 ; san Mateo 7,1-5

Cada día aguanto menos las lentillas y ensucio más las gafas. Esto de la vista es un problema. Si algún día ahorro creo que me operaré de las dioptrías, pero creo que ese día nunca llegará. Ver bien es importante, aunque depende lo que mires puede ser una ventaja el no ver bien. A veces tenemos la manía de mirar a lo que no tenemos que ver, o de volver la vista cuando tenemos que mirar algo.

“¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?” No creo que el Señor se esté refiriendo a que lo importante es el tamaño. Ni con una mota en el ojo tenemos derecho a mirar exclusivamente la viga que lleva en su ojo el vecino. Parece que el ambiente actual es mirar el mundo para descubrir motas, vigas, camiones, rascacielos o una simple pestaña en el ojo ajeno, pero jamás se va al oculista para que nos ausculte el nuestro. A veces es curioso descubrir a un sacerdote que le falta vida de oración y descubre la viga en el ojo ajeno de la política y hace de sus homilías mítines contra esto o aquello. También encontramos jóvenes o menos jóvenes que no quieren vivir la castidad y se escudan en la mota ajena de la falta de compromiso social. Otros que no quieren vivir la caridad ni compartirán sus bienes se pondrán a criticar las riquezas del Vaticano. Y así un largo, larguísimo etcétera. Hasta en el Congreso de los Diputados de España se ha puesto de moda esta argumentación y la frase más repetida parece ser: “Y tú más.”

“¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Déjame que te saque la mota del ojo», teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.” Cuando el Señor llama a alguien hipócrita es mejor echarse a temblar. Al menos yo merezco que me lo llame, muchas veces me dedico a mirar las motas de los ojos de los demás. ¿Existe alguna operación que nos libre de esta miopía espiritual? Gracias a Dios sí. Desde luego una buena confesión nos quita hasta una viga de quinientas toneladas del ojo, pero no creas que eso basta para dedicarte a mirar los ojos de los demás. El único oculista es Cristo. Sólo cuando actúas dejando que sea Cristo quien obre por tu medio podrás ayudar a tu hermano a sacarse la mota del ojo.

“El Señor había advertido a Israel y Judá por medio de los profetas y videntes: «Volveos de vuestro mal camino, guardad mis mandatos y preceptos, siguiendo la ley que di a vuestros padres, que les comuniqué por medio de mis siervos, los profetas.» Pero no hicieron caso, sino que se pusieron tercos, como sus padres, que no confiaron en el Señor, su Dios.” Y el Señor los arrojó de su presencia. Sabemos ciertamente que la santidad y la Gracia son de Dios y nosotros participamos de ella. Pero, a veces, tenemos la tentación de creernos justos. Israel y Judá se creían justos al margen de Dios. Desde nuestra justicia juzgamos a los demás y nos dedicamos a criticar a diestro y a siniestro. Algunos incluso se creen salvadores y dan consejillos espirituales que sólo sirven para lucirse como maestros. Esos acaban tuertos y ciegos. Cuando quieras ayudar a tu hermano a sacarse la mota del ojo recuerda que el único justo es Jesucristo y que, a pesar de nuestros pecados, se quiere servir de nosotros y actúa desde nuestra humildad.

Hoy la Iglesia, además de San Pelayo, celebra la memoria de San Josemaría que se calificaba a sí mismo como un pobre pecador profundamente enamorado de Jesucristo. Nuestra visión sólo será clara y precisa en el cielo, y allí miraremos a Nuestro Señor y no nos dedicaremos a mirar a ver si descubrimos defectos de los demás. Cuando pienses que sólo puede Cristo mirarte a los ojos, pues te pesan tus pecados, y sólo puedes mirar a los demás con los ojos de Cristo, a pesar de tus pecados, irás por el bien camino.

Pon tus ojos en Santa María, como los enamorados sólo tienen ojos para ella y en sus brazos a Cristo. Dejarás de juzgar y serás feliz.