Habacuc 1, 12-2, 4; Sal 9, 8-9. 10-11. 12-13 ; san Mateo 17, 14-20

Ayer vinieron a hablarme unos padres del bautizo de su hijo. El niño venía con una chichonera, pues no le había cerrado aún el cráneo, una especie de herpes en el labio y con la traqueotomía hecha en su pequeña garganta. Algunas cosas más acumulaba aquel pequeño niño de unos pocos meses. El primer sentimiento que tiene uno es de lástima, pero al ver a sus padres se te trastoca ese sentimiento en compasión, en el auténtico sentido de la palabra. Esos padres vivían con pasión, y estrechamente unidos a él, las enfermedades de su hijo y no les faltaba una sonrisa, una caricia o un beso para su retoño. No preguntaban “porqués” que no llevan a ningún sitio, ni se enfadaban con Dios. Simplemente hacían lo que tenían que hacer: amar a su hijo y poner todos los medios para que sanara, es lo que Dios les pide ahora. Me imagino que tendrán momentos malos, pero no van por la vida de víctimas, sino entregando su vida haciendo lo que Dios quiere. Eso es fe.

“Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: -«¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?» Les contestó: – «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.»” Los milagros de Jesús no son magia, no son trucos o palabras rituales que contienen un poder en sí mismas. El milagro es impetrar a Dios Padre que sane esa enfermedad o cambie aquella situación. Pero para rogar a Dios no bastan las palabras, hace falta una vida que avale esas palabras. Es necesario ser una persona de fe, que hace lo que Dios quiere.

Tal vez por eso vemos esa reacción de Jesús, que parece tan fuera de lugar: “¡Generación perversa e infiel!” Me imagino la cara del pobre padre que se acercó pidiendo compasión, preguntándose qué había hecho él. La verdad es que no había hecho nada malo, incluso buscaba algo bueno, la curación de su hijo, pero no buscaba a Dios. Cuanta gente hoy en día cree que cualquier medio es posible para conseguir la salud: clonar y matar embriones, acudir a brujos y adivinos, y un largo etcétera de cosas rarísimas. Y se olvida de lo más importante, la salud de su alma, el acercarse a Dios y, desde Dios, a todos los que nos rodean. La lástima lleva a hacer verdaderas locuras, la “con-pasión” lleva a acompañar a los enfermos, buscando la salud completa, del alma y del cuerpo, el vivir de la fe.

Se acerca la fiesta de la Virgen. De ella no sabemos de ningún milagro en el Evangelio, aunque le arrancó a su Hijo el primer milagro. Pidámosle a ella que nos ayude a vivir de fe, no esperando magia sino el amor de Dios que nos lleva hasta la vida eterna, sea cual sea nuestra condición física. Y también le pedimos, cómo no, por la curación de todos los niños enfermos y por sus padres.