Este va a ser un curso apasionante (y no sólo por la cantidad de “puentes” que hay). Mientras vayan avanzando las obras de construcción del complejo parroquial, tenemos que ir avanzando en la construcción de la parroquia. Ya no tendemos la excusa de que no hay espacio ni cosas parecidas. Por eso estamos preparando para dentro de un par de semanas el darle a todos los feligreses un gran elenco de posibilidades de actividades, desde los niños hasta los pocos ancianos que hay en la parroquia. Desde grupos de oración, formación, acción social y voluntariado, catequesis, estudio…, cosas de toda la vida y novedades. cada uno podrá dar su opinión y así vemos las prioridades de nuestra gente, para después se vayan formando los responsables de cada actividad. No soy muy amigo de programar, saldrá lo que Dios quiera, pero sí hay que ofrecer. Tal vez algunas cosas fracasen, otras marchen fenomenalmente y otras haya que retomarlas dentro de unos años. ¡Lo que el Espíritu Santo provoque!.

“(Jesús) Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: -«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»” Rema mar adentro: Duc in altum. Este Evangelio nos recuerda la carta apostólica de Juan Pablo II “Novo Millenio Ineunte” en la que nos decía: “¡Caminemos con esperanza! Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre, realiza también hoy su obra. Hemos de aguzar la vista para verla y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos. ¿No ha sido quizás para tomar contacto con este manantial vivo de nuestra esperanza, por lo que hemos celebrado el Año jubilar? El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino: « Id pues y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo » (Mt 28,19). El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos. Para ello podemos contar con la fuerza del mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza « que no defrauda » (Rm 5,5).”

No hemos hecho casi más que comenzar este milenio (aun nos queda 989 años por delante, tal vez alguno no los veamos todos), y a lo mejor hemos olvidado la invitación del Papa a remar mar adentro, a adentrarnos en el mundo llevando a Cristo, al mismo “ayer, hoy y siempre”, con las formas y maneras de nuestro tiempo. No todos tenéis que construir una parroquia, pero todos tenemos que construir nuestra vida, no quedarnos pegados a la orilla haciendo “lo de siempre”, sino dejar que el amor y la palabra de Cristo nos ayuden a hacer una gran redada de peces.

Que la Virgen, nuestra madre del cielo, nos ayude a llevar a Cristo a nuestros coetáneos.