Hace ya unos años que se creó el revuelo con el llamado “canon digital”, es decir que pagabas un canon por comprar un cd o una hoja de folio en blanco pues podías piratear ideas de otros. Mucha gente se enfadó, en los discos guardaban sus trabajos, fruto de su esfuerzo y tenían que pagar a un tercero por si acaso copiaba alguna idea. Parecía una ley sencilla, pero aún hoy colea y sigue siendo discutida y discutible. Pero como el canon es poco nos hemos ido acostumbrando a pagarlo, ni tan siquiera te lo suelen detallar en la factura. Simplemente paga y ya está. Ahora estamos a ver cómo se hace para que lo pague el estado, es decir, lo paguemos todos pero nos demos menos cuenta.

«¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?» Cristo es el gran pagador. Pagará no por sus culpas y pecados, que no los tiene, sino por los de toda la humanidad de todos los tiempos. Cargará sobre sí el delito de muchos y lo crucificará en el Gólgota. Y nosotros, sabiendo bien esto, le seguimos pidiendo los dos dracmas. Es decir, no sólo nos regala el crearnos a su imagen y semejanza, sino que encima le cobramos el arreglo (costosísimo) y nos enfadamos con Él cuando se nos acaban las pilas. Y Dios carga con nuestros delitos y pecados, los perdona y aun así sigue atendiendo nuestras peticiones y aguantando nuestros enfados.

«Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.» Es importante no escandalizar. Una de las cosas que más me preocupa de todos los escándalos que salen en la prensa de sacerdotes y religiosos es justamente…, que ya no escandalizan. Los leemos y pensamos: “Otro”. A mí me sigue escandalizando profundamente que alguien que cada día tiene en sus manos a Cristo hecho eucaristía, que con su voz transforma el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre, que absuelve los pecados en nombre de Dios, que lee su palabra y predica en nombre del tres veces santo, a continuación olvide sus votos o promesas y denigre al ser humano, especialmente a los niños, y se comporte como el diablo. Pero a muchos ya no les escandaliza, sólo piensan “¡Ay!, los curas”. Cuando alguien no escandaliza es que no se espera nada de él. Y el sacerdote es sacerdote de Cristo en la Iglesia. Pero el Señor ayuda a tapar el escándalo. No con un traslado o una remoción. Sino que el Señor seguirá suscitando sacerdotes y religiosos santos, fieles, apostólicos, celosos, comprometidos con la Iglesia y con la gente, hombres de Dios. No podemos dejar la tarea de seguir buscando vocaciones. Pedro se había pasado la vida buscando y sabría las mínimas posibilidades que había de que un pez se comiese una moneda y encima lo pesques a la primera, pero no se negó. Si Jesús lo dice, se hace. Pues sigamos buscando vocaciones.

María se unió íntimamente al misterio de la redención. Ella también pagó con su Hijo los pecados de toda la humanidad. Pidámosle a ella que también nosotros nos asociemos al misterio redentor de Cristo, que no nos enfademos con él y pidamos por todas las vocaciones sacerdotales y religiosas.