Comentario Pastoral
EL SABOR Y LA LUMINOSIDAD CRISTIANA

La sal y la luz, el sabor y la luminosidad transforman respectivamente la masa de una comida y la espesura de las tinieblas. Desde el Evangelio de este quinto domingo ordinario a los creyentes se nos recuerda que debemos conservar el sabor genuino del Credo sin atenuarlo en la indiferencia; y que nuestro empeño misionero debe ser brillante sin ocultaciones cobardes.

La sal se aplica a las heridas, en una medicina rudimentaria, para cauterizarlas o desinfectarlas; eliminando los microbios, preserva los alimentos de la descomposición. Si el creyente es la sal de la tierra debe poseer esta inalterada fuerza de transformación y de purificación que conduce a la humanidad a las esencias y valores genuinos, pues aporta al mundo el sabor de fe, la purificación de esperanza, la fuerza del amor transformante.

La sal es sustancia que no se puede comer por si sola, pero que da gusto a los alimentos y solo es menester una pequeña cantidad para hacer agradable toda la comida. Su gusto es irreemplazable, por eso si pierde su sabor nada existe que pueda dar a la sal el gusto salado. De ahí que sea fácil concluir que el discípulo de Jesús ha de dejarse impregnar de la sal del Evangelio para encontrar el gusto por la vida y el sabor de la eternidad. ¿Qué es la sal sin sabor? Es el hombre que ignora los ‘porqués’ fundamentales de la existencia humana, el cristiano que ha perdido la sabiduría (sabor) del Evangelio. Hay que recuperar siempre el sabor del saber cristiano.

El simbolismo de la luz es de importancia capital en el lenguaje religioso y bíblico. Pensemos, nada más abrir el primer libro de la Biblia, que la separación de la luz de las tinieblas fue el primer acto del Dios creador, que tenía la luz como vestido y se manifestaba entre el brillo cegador de relámpagos y fuego

Hoy vuelve a cobrar actualidad el pasaje de lsaías: «El pueblo que caminaba en tinieblas, vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló». Desde que la luz de Dios habita entre nosotros, desde la iluminación que estalló en la noche de Belén, todos los caminos de los hombres se han iluminado. Ya no hay que dar pasos titubeantes por sendas tenebrosas. Si nacer es «ver la luz del mundo, renacer en el bautismo es haber visto la luz de Dios».

La misión y obra de Cristo es iluminadora. Él es la luz del mundo y su palabra es claridad. En este mundo tecnificado, en que se encienden y apagan tantas luces, en medio de la ciudad que brilla con la luz inventada por los hombres, paradójicamente se multiplican muchas oscuridades y no se logra disipar sombras y tinieblas interiores. Para poder contemplar los colores del mundo hay que tener la luz de los «hijos de Dios». Solamente Cristo reanima nuestros titubeantes resplandores y su palabra nos permite vivir en la claridad de su cercanía.

Andrés Pardo

 

Palabra de Dios:

Isaías 58, 7-10 Sal 111, 4-5. 6-7. 8a y 9
san Pablo a los Corintios 2, 1-5 Mateo 5, 13-16

Comprender la Palabra

La primera lectura, tomada de la tercera parte del libro de Isaías, describe una etapa difícil en la que vive el pueblo judío, tras el primer entusiasmo a la vuelta del exilio. El profeta levanta la voz para alentar y consolar a los desolados repatriados. El tema del texto de hoy es que a Dios le agrada más la justicia, la solidaridad, la atención a los desvalidos que un ayuno ritual y vacío de contenido. La fe se realiza en obras de asistencia a todo hermano que lo necesite, sólo así Dios aceptará el diálogo y todos y cada uno de los miembros del pueblo santo de Dios, serán luz de la Gloria de Dios, es decir, instrumento de su presencia eficaz en el mundo.

Pablo recuerda que su conducta fue intachable, entonces, ¿por qué y de dónde arranca y surge la situación actual en la comunidad de Corinto?. Él fue su fundador y la estableció sobre sólido fundamento, ¿qué ha ocurrido en la comunidad?. Las relaciones del apóstol con los corintios llegaron a ser tensas, dudaron de la autenticidad de su apostolado y de su honorabilidad. El apóstol manifiesta, encarnándola en su propia experiencia, la exigencia de todo predicador cristiano: ser transparente y sincero a la hora de comunicar el Evangelio.

El texto evangélico recoge algunos dichos aislados de Jesús. De modo plástico y utilizando dos imágenes familiares y que inciden en la vida cotidiana, el evangelista propone dos realidades esenciales que definen el verdadero discipulado de Jesús. Sólo desde la comprensión de estas dos imágenes (sal y luz) se puede entender la tarea del discípulo en medio de las gentes.

Jesús habla directamente a los discípulos. No les dice lo que deberían o podrían llegar a ser, sino lo que deben ser si son sus discípulos: sois sal de la tierra y luz del mundo. Ambas imágenes, sal y luz, son alegoría de la fuerza de irradiación contagiosa que tiene en sí la verdadera santidad evangélica. Los discípulos son enviados al mundo para mantener el calor del Evangelio y facilitar así la tarea de la salvación. También hoy es necesario que los cristianos tomen conciencia real de que están destinados a diluirse en la sociedad, sin perder su identidad más auténtica, en servicio de todos los hombres.

El ideal de la Iglesia a su paso por el tiempo es ser alma del mundo. No para recibir gloria mundana, sino para transparentar la Gloria de Dios, del Padre común, que desea reunirnos a todos en una familia universal que pueda recitar el Padrenuestro y aceptar su Paz. Las buenas obras de los hijos de Dios serán expresión del amor fraterno, de un amor que es pura gracia de Dios.

Ángel Fontcuberta

 

al ritmo de las celebraciones


El Tiempo Ordinario (3)

Además de los tiempos que tienen un carácter propio, quedan 34 semanas en el curso del año, en las cuales no se celebra ningún aspecto peculiar del misterio de Cristo; sino más bien se recuerda el mismo misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos (N.U. 43).

Este tiempo es llamado litúrgicamente «Tiempo per annum» (=durante el año), lo cual no significa vulgar, de poca importancia, rutinario; más bien se contrapone a los tiempos fuertes. En el Tiempo durante el año nuestra fe se centra en el misterio de la persona de Cristo, que ilumina todas las cosas.

En las solemnidades del Santoral, en las fiestas y en las memorias con lecturas propias (de santos que figuran en el Nuevo Testamento), se usa, como en todo el año litúrgico, el Leccionario del propio de los santos. Cuando una memoria tiene una o dos lecturas propias, el mismo Leccionario
lo indica expresamente en su día; cuando es una sola lectura propia, la otra se toma del Leccionario ferial. Sin embargo. Por motivos prácticos, la lectura no propia se puede tomar también del Leccionario del propio de los santos.

Los días de feria o memoria libre se puede elegir:

a) Misas de feria: cualquier formulario de los 34 domingos o semanas del Tiempo durante el año e incluso se pueden intercambiar los distintos formularios.

b) Misas de un santo inscrito en el Calendario como memoria libre o en el Martirologio.

c) Misas por diversas necesidades o votivas. Hay un rico y variado repertorio adaptable a muchas circunstancias y celebraciones de la vida humana.

d) Misas de difuntos, si se celebra por ellos. Pero no conviene abusar. El Canon Romano y las PE II y III ofrecen la oportunidad de mencionar al difunto.

Se tiene por tanto la posibilidad de dar al Tiempo durante el año una gran variedad, teniendo presente el bien espiritual de los fieles.


Ángel Fontcuberta

 

Para la Semana

Lunes 10:
Santa Escolástica, virgen.

1Reyes 8,1-7.9-13. Llevaron el arca de la alianza al Santísimo, y la nube llenó el templo.

Sal 131. Levántate, Señor, ven a tu mansión.

Marcos 6,53.56. Los que lo tocaban se ponían sanos.
Martes 11:
1Reyes 8,22-23.27-30. Sobre este templo quisiste que residiera tu nombre. Escucha la súplica de tu pueblo, Israel.

Sal 83. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!.

Marcos 7,1-13. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.
Miércoles 12:
1Reyes 10,1-10. La reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón.

Sal 36. La boca del justo expone la sabiduría.

Marcos 7,14-23. Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.
Jueves 13:
1Reyes 11,4-13. Por haber sido infiel al pacto, te voy a arrancar el reino de las manos; pero dejará a tu hijo una tribu, en consideración a David.

Sal 105. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.

Marcos 7,24-30. Los perros debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.
Viernes 14:
San Cirilio, monje y san Metodio, ob. patronos de Europa.

Hechos 13,46-49. Sabed que nos dedicamos a los gentiles.

Sal 116. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

Lucas 101-9. La mies es abundante y los obreros pocos.
Sábado 15:
1Reyes 12-26-32; 13,33-34. Jeroboán hizo dos becerros de oro.

Sal 105. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.

Marcos 8,-10. La gente comió hasta quedar satisfecha.