9595nochebuenaHay un villancico muy infeliz, y es precisamente el que toca hoy, «Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, dame la bota, María, que me voy a emborrachar». A las tradiciones populares de villancicos habría que revisitarlas alguna vez para darles un barniz, digo yo. Esta noche no es noche cualquiera, es noche de atenciones y de ojos muy abiertos, los ojos de los santos que aparecen en los iconos rusos. Nuestra fe en el Dios hecho hombre, tiene cimientos de atención, como Antonio López con el sol y los membrillos. Un artista necesita pausa para llegar hasta el objeto. El creyente necesita pausa para que este Bebé recién nacido le traiga su Novedad. La expresión ‘se armo el belén’, tan castiza, proviene de la revolución de un Dios que se ha hecho carne, dejando patas arriba todo ese orden previsto de las cosas. Y tienes que atreverte a mirar. Ninguna revolución, por cierto, dejó tanto silencio en las aceras.
Pero no seamos ingenuos. Hoy es noche de cenar y hablar por los codos, nos atropellaremos con nuestras intervenciones, que andarán sin correctivos ni inhibiciones, porque estaremos en familia. Pero tienes que hacerte con algunos minutos de atención. No sé dónde ni cuándo, y si antes o después de cenar. Pero esta noche tienes que oler el pesebre de Belén y dejar que te oree ese ventarrón de Oriente. Y de rodillas, con los ojos ciegos (como dice Miguel Hernández, «a oscuras la fe, te ven los ciegos), quedarte preso del Recién Nacido.
Te lo digo por si te sirve, el silencio no existe, siento herir tu fe en el mito. El compositor norteamericano John Cage tiene una obra conocidísima, 4’33». En ella la orquesta interpreta una partitura muda en la que no hay nada pautado. Los profesores de la orquesta están sin emitir un solo sonido exactamente durante ese tiempo. Y el auditorio, atónito, se dispone a escuchar los ruiditos que siempre se filtran y que permanecen inaccesibles en momentos de disfrute musical. A pesar de que la partitura es puro silencio, el oyente escucha las cosas pequeñas de alrededor. Nunca hay silencio absoluto. Muchos escritores de la generación del 98 escribían en los cafés, rodeados del tumulto de la gente. Toda aquella barahúnda les ofrecía el clima perfecto para escribir.
Nunca encontrarás la tormenta perfecta del silencio que te predisponga a rezar. Porque será la sangre la que tiemble, o el neón, o las páginas de tu libro, siempre algo será motivo de distracción. El silencio lo creas tú con la atención. Read my leaps, Dios pende de tu atención, como la madre ama por atención minuciosa a su bebé. El amante anda siempre en fase de desbordamiento de atención, es una aficionado a los detalles con su amada. Y hoy los detalles mínimos del pesebre son tu motivo de atención. Pájaros que duermen, algo de frío, el olor a cuadra, una adolescente con los ojos asombrados en su criatura, un joven que se adelanta a los movimientos de la joven, gente del pueblo que llega y calla, porque no tienen mucho que decir, como cuando delante de un bebé nos salen onomatopeyas, los balbuceos, los juegos con las manos…
Esas cosas son las que te esperan esta noche, como ves, cosas de niños.