Es llamativa la actividad de Jesús. La gente se agolpa a la puerta para verle, le llevan los enfermos y endemoniados, sana, expulsa demonios. Es tal la actividad y tales los milagros que la fama del Señor va creciendo cada vez más. Tal es la situación que, como nos dice el evangelio de hoy, todo el mundo le va buscando.
La búsqueda de Dios es una cuestión que aparece continuamente en los evangelios. Muchos buscaban cosas muy distintas de él. El mismo Jesús, en Jn 6,26 tras el milagro espectacular de la multiplicación de los panes y los peces, les dice a la gente en Cafarnaúm: En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis no porque habéis visto señales sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Buscaban alimentarse de balde.
Al acercarnos a la Palabra de Dios descubrimos muchos ejemplos. El funcionario real cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir (Jn 4, 47). Buscaba un milagro. Nicodemo, aquel jefe de la ley, fue de noche buscando la luz (Jn3, 1-2). Aquella mujer que se acercó a Jesús con el frasco de alabastro lleno de perfume para ungirle los pies buscaba el perdón de sus muchos pecados (Mt26,6-13). El joven rico buscaba ¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna? (Lc18, 18-23). Y así podríamos seguir relatando la historia de tantos que se acercaban a Jesús, que le buscaban por razones distintas.
Hoy es un buen día para hacerse una pregunta si es que yo soy de los que buscan a Jesús: ¿Qué busco yo? Algo me invita desde dentro a buscarle. Pero ¿Qué busco yo en él? Saber responder bien a esta pregunta va a marcar claramente el modo de vivir la fe. Quizás me busque a mí mismo y tengo una imagen equivocada de Jesús. ¿Le busco a Él o a las cosas que quiero que me de?
Vemos nuestras miserias, nuestras enfermedades, la crisis, las dificultades. Es fácil que las cosas me agobien, ¡son tantas las que he de hacer!, y me olvido de Él. Santa Margarita cuenta que en una de sus apariciones Jesús le dijo: Ocúpate de mí y de mis cosas que yo me ocuparé de ti y de las tuyas. Se trata de una llamada a descubrir al Señor presente tanto si tengo esas necesidades cubiertas como si no las tengo. ¡Buscarle a Él!
El mismo Jesús en el evangelio nos muestra el auténtico camino de búsqueda: Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación (Mt 6, 33).
Busquemos al Señor en todas las circunstancias de nuestra vida y digámosle, como nos invitó Benedicto XVI en Cuatro Vientos: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.
Señor,mi vida está en tus divinas manos. Que te busque para corresponder desde mi nada a Tu Infinto Amor. Gracias por este preciosos comentario.