La situación de ruina de Jerusalén, que no se ha restaurado después de la caída del imperio babilónico, provoca la oración de súplica que leemos hoy en la primera lectura. El único que puede salvarles es Dios. Es importante fijarnos en la expresión de Daniel: “Señor, nuestro Dios”; un título cargado de afecto que destaca la estrecha relación entre Dios y el pueblo elegido. El sentimiento del profeta que representa al del pueblo es de confesión del pecado, de haber transgredido la ley de Moisés y no haber prestado atención a lo que Dios hablaba a través de los profetas. Las calamidades, la desgracia del pueblo, es percibida como consecuencia de este pecado, de haber incumplido los compromisos contraídos en la alianza. Son merecedores del castigo y, como Dios si es fiel a su palabra, la ruina de la nación, de Jerusalén y del templo se ha hecho inevitable.
Pero, en este pasaje, se produce una nueva revelación y afirmación del Dios de Israel como un Dios fiel y misericordioso, que por su misma fidelidad, no abandonará a los supervivientes. Así lo asegura Jesús a sus discípulos en el evangelio de hoy: “vuestro Padre es compasivo”.
La Cuaresma es un tiempo que nos ayuda primero a darnos cuenta de que hemos pecado, de que somos pecadores. Y segundo, a recapacitar en nuestras vidas y experimentar el arrepentimiento sincero, gracias a la misericordia de nuestro Padre, que nos da el perdón reparador. Qué bueno es para las personas esta experiencia. He sido testigo en innumerables ocasiones de la apertura del corazón de personas que su vida había llegado a la ruina por las consecuencias de sus pecados y por su obstinación en no reconocerlos. La aceptación de la situación de miseria interior, de haber fallado, de culpabilidad ante los hechos y el abrazo de la compasión del Señor y de los hermanos, culminado en el sacramento de la reconciliación, ha sanado y levantado de la postración a estas personas, transformando sus vidas de una forma increíble.
¡Qué razón tiene Jesús en sus palabras de hoy! Cuando descubres que todos somos responsables de nuestros actos y que nos tenemos que ayudar los unos a los otros, empezando por uno mismo, para hacer las cosas bien y reparar el mal hecho, el mío, el tuyo y el del otro, entonces, perdonas y eres perdonado, recibiendo mucho más de lo que has sacrificado, renunciado o dado. Ya se que te cuesta mucho hacerlo, que no lo terminas de ver; sólo, no puedes. Por eso, pídeselo a Él, pídeselo al Señor y confía en nuestro Dios, te ayudara a repararlo todo.
por el pecado nos distanciamos de nuestro PADRE, pero también de nuestros hermanos y lo mas importante la division nuestra, de hay el dolor que sentimos y la perdida de sentido a nuestra vida, esto experimenta el vació en el abismo que devora todo nuestro ser y nuestra vida, La paz y la felicidad solo llega al reconocer esta division, separación, ese es el primer paso, es como la persona adicta que sin tomar conciencia de la realidad, no percibe el problema, esta ciega y no toma las decisiones correctas para transformar su vida, solo abandonándose en el reconocimiento del problema después,perdonarse y luego reparar los daños en su entorno y estar permanentemente alerta de su enfermedad, restablecerá la paz, dignidad y felicidad de la persona adicta y su entorno,pero no creamos que solo seda en estas personas, nosotros estamos enfermos por el pecado y somos adictos a ello de ahi nuestra naturaleza humana y divina esta dividida, porque no creemos en la SANTÍSIMA TRINIDAD esta en nosotros que somos hijos del PADRE del AMOR este es el remedio a nuestra enfermedad, reconocer para que fuimos creado y por quien fuimos creados el AMOR . Gracias SEÑOR por darnos la cuaresma tiempo de gracia para seguir reparando nuestras vidas, reconocer cada día mas y aceptar tu AMOR que nos lleva a sentirnos hijos tuyo y reconocerte PADRE nuestro . AMEN
Déjate ayudar , nos dice el Señor en la intimidad. Señor, que sea digno de tu divina Miericordia. No al pecado. Amén