De nuevo en las lecturas de hoy aparece la actitud de algunos judíos frente al cristianismo. No aceptan a Jesús como el Hijo de Dios y reaccionan con envidia ante la conversión de los gentiles, impulsando una persecución frente a Pablo y Bernabé.
El anuncio de Pablo tenía como primer destinatario al pueblo judío, pero el hecho de que no acogieran el mensaje, hizo que se dirigiera a los gentiles. En su carta a las Romanos, como vimos ayer, deja claro que su dedicación a los gentiles es por el bien de Israel, dedicándose a ellos se está dedicando también a los suyos. En la carta a los Romanos, Pablo cree que la acogida del Evangelio por parte de los gentiles va a repercutir en positivo en los judíos, pues éstos tendrán celos de ellos. La palabra celos, en el lenguaje bíblico quiere decir deseo. Significa que, Pablo pensaba que los judíos al ver la conversión de los gentiles, también desearían para ellos la salvación dada en Cristo. Sin embargo, este pasaje de Hechos parece contradecir la teoría de Pablo frente a los judíos en Roma. Hay que aclarar que los Hechos están escritos por Lucas y nos presentan una imagen de Pablo un tanto distinta a la que nos presentan las cartas paulinas. Pero, tanto en los Hechos como en las cartas de San Pablo, es significativa la actitud de los judíos frente a Jesús. Creer que Jesús, un hombre, era el Hijo de Dios, suponía para ellos una blasfemia.
El Evangelio nos presenta la misma situación, en esta ocasión es Felipe, quién le pide a Jesús que le muestre al Padre. Jesús le dice: “quién me ve a mí ve al Padre”. Este tema generó en la Iglesia primitiva mucha controversia, no solo con los judíos, sino también entre los mismos cristianos. Por ejemplo, surgió la herejía arriana, según la cual Jesús, el Hijo, no era de la misma naturaleza que el Padre. Los cristianos de este tiempo tuvieron que hacer frente a estos problemas, y definir la doctrina cristiana. En cierto modo, estas dificultades favorecieron la reflexión de la fe verdadera por parte de los cristianos. En el Concilio de Nicea, año 325, la postura arriana fue combatida esencialmente por San Atanasio, hoy la Iglesia le recuerda. San Atanasio defendió la doctrina conocida como “Homo- Ousios”, es decir, que el Hijo es consustancial al Padre, de la misma naturaleza. De fondo, el Hijo es Dios.
Recordar hoy a San Atanasio, es recordar la labor que hicieron los Santos Padres en los primeros siglos de la Iglesia. Con la fuerza del Espíritu y asistidos por Él, pudieron discernir que fe era la que salvaba al hombre y que fe no lo salvaba. Por este motivo, hoy debe brotarnos del corazón una acción de gracias por estos Padres y Pastores. En nuestra oración podemos agradecer a Dios la vida de San Atanasio y de todos los Santos Padres que ayudaron a la Iglesia naciente y siguen ayudando a la Iglesia que peregrina en esta tierra. También en nuestra oración podemos meditar lo que significa verdaderamente reconocer que Jesús es Dios y lo que eso implica en nuestro seguimiento.
Para la reflexión: ¿Cómo vivo mi relación con Jesús, el Hijo de Dios resucitado? ¿Qué fuerza le dejo que tenga en mi vida? ¿Ocupa Jesús el centro de mi mente, el centro de mi corazón, es el Dios de mi vida?
¿Cuál es el orden de mis afectos?Ojalá supiera «querer bien» poniendo siempre la consideración de mis afectos en la presencia de Dios…porque de ese modo le pediría siempre: ¡ aleja Sr de mi lo que me aparte de Tí!…y y ese es el mejor camino para ser feliz…defender la Fé que profesamos y orientar la vida a responder al inmenso Amor de Dios.