Continuamos hoy leyendo el libro de Éxodo y continuamos intentando recorrer nosotros el mismo camino de liberación y vida que recorrió el pueblo de Israel. Hoy damos un paso más en nuestro recorrido y nos detenemos en una nueva salida. La segunda “salida” que propongo para que meditemos hoy es: Salir de la ceguera espiritual para reconocer los milagros que Dios obra en mi vida.

                  Podemos estar ante verdaderos milagros y no reconocerlos, como le ocurría a Corozaín y Betsaida. Hay tantos milagros sencillos que no apreciamos y nos pasan desapercibidos: el milagro de despertarnos cada día, el milagro de la salud, el milagro de tener cada día para comer, el milagro de conservar la fe, el milagro del encuentro con un amigo que hacía mucho tiempo que no veía, el milagro de poder dar amor a quienes me rodean…etc.

He tenido la suerte, como misionera consagrada, de estar cerca de un grupo de jóvenes universitarios que han viajado a Marruecos este verano de voluntariado. A la vuelta de esta experiencia muchos de ellos compartían como ese viaje les había ayudado a valorar mucho más todo lo que tenían. Estas experiencias de “salida” de “éxodo”, de nuestra rutina, de nuestras comodidades, nos ayudan a descubrir lo privilegiados que somos en muchos aspectos. Nos sacan de la queja y nos introducen en la gratitud. Este tipo de experiencias nos sacan de las aguas enturbiadas y nos rescatan como a Moisés, nos permiten ver lo afortunados que somos.

Quedémonos en este día con todas las cosas buenas que tenemos, demos gracias por ellas, valoremos los pequeños detalles. Salgamos de la rutina, no necesitemos viajar fuera para descubrir la belleza de todo lo que nos rodea. Expresémosle a Dios nuestra gratitud por todo lo que nos ofrece y nos brinda cada día y hagamos una oración por todos aquellos que no tienen todo lo que nosotros tenemos.