Habría que auparles a las tarimas de las aulas para que nos dijeran cómo lo hacen. Se necesitan niños en las cátedras.
Hay que poner toda la atención en la cara del niño. Aquí no hay un ápice de torcedura. Me refiero a los niños que aún no han llegado a la edad de mentir, hora en la que les viene una madurez muy temprana y muy fea. La cara del niño dice con toda profundidad cuanto le ocurre.
Cuando eran pequeños, improvisaba cuentos a mis sobrinos con música clásica de fondo, para que tuvieran los sentidos ocupados y se les despertara la curiosidad por la música y los textos. Recuerdo que ponían una cara absolutamente ingrávida, apenas tragaban saliva, en aquellos minutos de trance expresaban cómo les afectaba la realidad. Su actitud era de una sorpresa tan absoluta que abrían todas sus puertas y ventanas a la novedad. Eso es exactamente lo que les pasa, que tienen una rotunda confianza en la realidad que con el tiempo magullamos.
Decía el músico Franz Schubert que el hombre llega al mundo con la fe, y que ésta precede con mucho a la inteligencia y al conocimiento, dado un para emprender algo hace falta creer en algo. Los niños son la prueba evidente de estas palabras. El Señor acerca a sí a todos los niños que puede para ponerlos en el centro de atención, porque en ellos no se ha injertado aún la sospecha. Una escena repetida en los Evangelios es la del Señor sorprendido por la falta de fe de los suyos, de los fariseos y de la gente a la que curaba o trataba. Al Señor debía parecerle de locos que viendo en Él la pura bondad, la libertad, el equilibrio, no se le entregaran abiertamente. Pero el caso es que no se fiaban de Él, ¿de dónde saca esa sabiduría?, ¿no viven sus parientes entre nosotros? Habían dejado de ser niños, ese era su principal escollo.
El Señor buscaba los corazones dispuestos a dejarse hacer, como el de los niños. Por eso se emocionaba cuando oía al joven rico que estaba dispuesto a dar un paso más en su vida, o cuando veía a la anciana que echaba en el cesto del templo todo lo que tenía, con una confianza absoluta en Dios. Que el niño te recuerde lo mucho que te falta por crecer.
Señor: Que Tu cruz sea mi cruz. Sé que me das fortaleza para llevarla a plomo y con alegría.Madre, intercede por mi sobrino. Amén
«Dejad que los niños se acerquen a mí…»
«Os aseguro, si no os haceís como niños no entraréis en el Reino de los cielos».
Padre de todos los niños y niñas que habitan la Tierra:
Danos su inocencia y ternura,
su mirada limpia y transparente,
su sonrisa alegre, abierta y contagiosa,
su humilde sencillez y naturalidad,
su gesto y obrar expontáneos,
Que nadie trafique con sus vidas e integridad, ni
les degrade y explote, robe su inocencia.
Que todos puedan tener un hogar, una familia, un colegio o escuela, una asistencia sanitaria, ropa, calzado, alimento.
Y a nosotros los adultos, ayúdanos a comprender, que la verdadera sabiduría no se encuentra en los grandes tratados teológicos, científicos y filosóficos, sino en la humildad del corazón, siempre generosa,
Aprendamos de los niños a saber valorar lo pequeño, a deleitarnos con el trinar de un pajarillo, mirar embelesados la furtiva florecilla arrancada del jardin, escuchar el eco del campanario de una ermita, el balido de las ovejas, el rumor de las aguas de un arroyo, tantas cosas sencillas, que sin duda nos hacen retornar a ese pasado en que fuímos niños-@s.
Jesús nos pide despojarnos de apariencias, vanaglorias, nos dice que hemos de ser como niños, sin fatuas seguridades, dejándonos mecer en el amor infinito del Padre,
Sepamos fomentar la inocencia del bien obrar, que para nada presupone astucia y cálculo interesado, ni tampoco la simple ingenuidad,
Inocencia es un corazón limpio y confiado, abierto a la vida y amor.
miren josune.