El Evangelio de hoy es el kilómetro cero de donde arranca el significado del matrimonio. Dice el Señor que es «para quienes han recibido este don». Es decir, que la relación entre hombre y mujer empieza desde una altura divina. Muchos matrimonios dicen que la convivencia desgasta y que es capaz de llevarse por delante una relación. Pues claro que desgasta, lo extraño sería que no dejara huella. Es una evidencia, la «criatura», toda criatura, es incapaz de regalar una vida para siempre.
El escritor David Foster Wallace en un libro ácido y ligero sobre las desventajas de hacer un crucero («Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer»), dice que el espectáculo de ir en barco no es el más saludable para un turista que busca una experiencia deslumbrante, ya que la sal del mar es corrosiva y va comiéndose la quilla del barco sin que él lo sepa. La sal, el hierro, la madera y el hombre, tienen en común su condición de criatura, su temporalidad. Por mucho que nos empeñemos en lanzar una piedra sobre el océano, más pronto o más tarde el ímpetu del impulso se relajará, hasta que venza la fuerza de la gravedad y la piedra caiga en las aguas. ¿Cómo no va a ocurrir lo mismo en la relación tú a tú?
Si el Señor se hizo hombre fue para rescatarnos de la tiranía de la oxidación y la herrumbre. La promesa del Señor descansa sobre aquellas palabras que dijo a la samaritana, «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna». El matrimonio «por la Iglesia» no es meramente la inclusión del contrato natural dentro de un marco litúrgico, es la posibilidad de hacer de la promesa humana una experiencia de Dios. Las relaciones humanas ya no quedan reducidas a los aspectos más cambiantes, a los sentimientos o a los estados de ánimo, sino que llevan una dirección y, en los acontecimientos más pedestres, habita una presencia sobrenatural.
Cuando era muy joven me llamaba la atención ver a matrimonios muy mayores por la calle. Pensaba que qué tendrían ellos para durar juntos tanto tiempo. En la televisión escuché a un matrimonio de éstos decir que su «secreto» era tener mucha comprensión… y en otro debate escuché que en para que una pareja durase en el tiempo tenían que evolucionar juntos, también espiritualmente.
Creo que efectivamente ese es el secreto: evolucionar juntos espiritualmente sólo se consigue de la mano de Dios.
Je suis une femme fidèle.
Hace muchos años, acudí a una sala de cine, proyectaban una historia de amor que aún recuerdo. La película se titulaba «Une femme fidèle» . Hermosa lección la que daba la protagonista del film, de cómo el amor, permanece en el tiempo, transciende la propia vida, mantiene el compromiso asumido y la palabra hasta el final de la vida.
No es una utopía o pretensión ilusoria. Cuando el amor hace acto de presencia en la vida de un ser humano, sabe que está escribiendo un cheque en blanco, una inversión a fondo perdido.
Ningún hombre y mujer conocen su destino, no pueden predecir los avatares de la vida, las mil pruebas del acontecer diario con sus aciertos y errores. Es parte de nuestra condición humana tantas veces frágil y vulnerable.
Michel Quoist dejó escrito en uno de sus libros, una frase casi lapidaria: «Soltero, viudo o casado, sólo el egoísta fracasa en la vida.
Detrás de todo amor humano, permanece el Amor de Dios que alienta, sostiene y da sentido y razón a nuestra existencia.
Estoy convencida de que la primacía del Espíritu ayuda en gran manera a mantener las brasas encendidas de nuestro corazón.
No es fácil amar, lo sabemos. De ahí que sea necesario construir un proyecto de vida, sobre la roca indestructible que es Cristo.
Cuando todas las posibilidades fallan, comienzan las de Dios. Permitir que su misericordia haga el resto de todo cuanto nos supera, crea problemas y apaga la esperanza. Es el camino para volver a recuperar la frescura del amor y renovar nuestra fidelidad.
Bueno sería tomar el hábito de rezar juntos y leer la Carta de San Pablo a los Corintios, en la cual se nos dice cómo debemos amar: creyendo, esperando, confiando, perdonando, disculpando…
¡Si al amor! Aunque duela. (Madre Teresa de Calcuta)
miren josune
Padre: Que el glorioso martirio de San Maximiliano Kolbe alcance mi vida y me renueve en Tí. Madre, Intercede!. Amén