Celebramos hoy el nacimiento de la Virgen María. En muchos pueblos de España es motivo de la celebración de tantas advocaciones a Nuestra Madre.
Todas esas devociones nos muestran cómo sigue habiendo mucha gente que acude a la poderosa intercesión de la Madre de Dios. Sin embargo, si leemos atentamente los Evangelios, nos damos cuenta que el plan de Dios no se lleva a cabo buscando las sinergias de los poderes de este mundo. Al contrario, el Todopoderoso centra su corazón en la «humillación de su esclava», tal y como se autoproclama la propia Virgen María.
El Evangelio de hoy nos dice: «Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros».
En cambio, ¿cuántas veces nos empeñamos en cambiar las cosas y las personas con nuestros criterios y juicios, olvidando el del mismo Dios?
Olvidamos que, a pesar de los empeños por parte de tantas ideologías e intereses que nos rodean, al final se cumplirá, no lo que dictamine tal grupo político, o lo que anuncien en una determinada campaña publicitaria, sino «lo dicho por el Señor».
Ese «Dios con nosotros», Jesucristo, y que se nos anuncia permanentemente, es el único que puede dar razón a nuestra existencia, y responder a tantos interrogantes que nos agobian y nos producen ansiedad.
La Virgen María lo vivió con paz y, sobre todo, aceptando en todas las circunstancias de su vida la voluntad de Dios. También tú y yo podemos vivir ese estar llenos de la gracia del Espíritu Santo. «Sólo» depende de una cosa: fiarnos de Dios.
¿Cómo llevarlo a cabo?… Quizás recordando que para vivir esa gracia de Dios en nuestra vida, con naturalidad y normalidad, como la vivió María, hemos de considerar constantemente que «La santidad es difícil, pero no complicada. Tiene la dificultad de lo sencillo para quienes nos hemos complicado la vida».
Acude a la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, para que te descomplique la existencia, y así vivas la corriente normalidad de tu día a día (en medio de dificultades, sinsabores y limitaciones), sabiendo que, a pesar de todo, Dios te quiere hasta el punto de dar la vida por ti una y otra vez… una y otra vez… ¡Siempre!