La vida de los santos es una fuente de inspiración y de entrega para todos los cristianos. Ayer recordábamos a San Jerónimo, hoy a Santa Teresa del Niño Jesús y este domingo celebraremos la fiesta de San Francisco de Asís. Esta semana nos acerca a la vida, como vemos, de grandes santos.

Decía Santa Teresa del Niño Jesús, que los santos son para nosotros como el águila que incita a volar. Ella sin embargo se sentía como un débil pajarillo y nos lo cuenta así en Historia de un alma: “¡Oh, Jesús, mi primer único amigo, el UNICO a quien yo amo!, dime qué misterio es éste. ¿Por qué no reservas estas aspiraciones tan inmensas para las almas grandes, para las águilas que se ciernen en las alturas? Yo me considero un débil pajarito cubierto únicamente por un ligero plumón. Yo no soy un águila, sólo tengo de águila los ojos y el corazón, pues, a pesar de mi extrema pequeñez, me atrevo a mirar fijamente al Sol divino, al Sol del Amor, y mi corazón siente en sí todas las aspiraciones del águila.”

Santa Teresita tenía grandes deseos de entregarse a Dios y sin embargo se sentía muy pequeña; supo conjugar estas polaridades en su espiritualidad de una forma muy novedosa para su época. Aunque a algunos pueda parecerle una santa un poco ñoña e infantil, su relación con Jesús era de una madurez humana y cristiana excepcional. Hay que adentrarse en sus escritos para descubrir la grandeza de su experiencia de fe.

El evangelio de hoy nos habla de confianza y de abandono a la providencia, Santa Teresita de Lisieux vivió confianza total en el amor misericordioso de Dios. Quiso ofrecerse como víctima a este Amor para recibir en ella las olas de ternura del Padre y así hacer que no se perdiera la Gracia. También nos habla este texto del envío misionero de Jesús a sus discípulos: ¡poneos en camino! Santa Teresita es la patrona de los misioneros, pues ella viviendo en un convento llevaba el mundo entero dentro de su corazón. Intercambió correspondencia con algunos misioneros y sacerdotes, en todos ellos infundía el fuego ardiente por el anuncio de la fe. Ella sabía que no podía salir del convento, pero se sentía llamada a vivir todas las vocaciones a la vez: quería ser mártir, sacerdote, apóstol, etc. Leyendo a San Pablo descubrió que podía ser en el corazón de la Iglesia el amor. De esta forma podía vivir todas las vocaciones juntas.

Esta santa nos interpela con su corta, pero muy bien aprovechada vida. Ella murió joven debido a una enfermedad. Pero ella afirmó antes de morir que pasaría su cielo haciendo el bien en la tierra. Por eso, con una confianza total, podemos pedirle que nos ayude a vivir nuestro seguimiento, abandonándonos como ella a la misericordia de Dios.

El día 8 de Diciembre dará comienzo el jubileo de la Misericordia convocado por el Papa Francisco, será un tiempo de Gracia para toda la Iglesia. Santa Teresita ya vislumbro en su tiempo la importancia de la espiritualidad de la Misericordia para el creyente, para la Iglesia y para el mundo. Os dejo con una frase de ella, que nos ayude a abrirnos a su Amor: “Para vivir en un acto de perfecto amor, ME OFREZCO COMO VÍCTIMA DE HOLOCAUSTO A VUESTRO AMOR MISERICORDIOSO, suplicándoos que me consumáis sin cesar, dejando desbordar, en mi alma, las olas de ternura infinita que tenéis encerradas en vos y que, de ese modo, me convierta en mártir de vuestro amor, ¡oh, Dios mío! Que este martirio, después de prepararme para presentarme ante vos, me haga finalmente morir y que mi alma se lance sin tardanza en el abrazo eterno de vuestro amor misericordioso”