Comenzamos una nueva celebración de los grandes misterios de la redención de los hombres. Hoy, todos los cristianos nos unimos en nuestras parroquias, en nuestros pueblos, en la celebración por la tarde de la misa vespertina del Jueves Santo “en la Cena del Señor”. Y como una sola celebración recorreremos estos tres días hasta las Vísperas del domingo de Resurrección. Este período de tiempo se denomina justamente el “triduo del crucificado, sepultado y resucitado”; se llama también “Triduo Pascual” porque con su celebración se hace presente y se realiza el misterio de la Pascua, es decir, el tránsito del Señor de este mundo al Padre.
Hoy evocamos aquella última Cena en la cuál el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino y los entregó a los Apóstoles para que los sumiesen, mandándoles que ellos y sus sucesores en el sacerdocio también lo ofreciesen. Así da testimonio Pablo en la segunda lectura sintiéndose sucesor y heredero de esta tradición que a su vez transmite como el tesoro de la salvación que hace que proclamemos en nuestras vidas el mensaje nuclear de nuestra fe hasta que Él vuelva.
Pero no podemos perder de vista uno de los gestos más hermosos y significativos de Cristo que realiza antes, el lavatorio de los pies, y que la liturgia recuerda en este día. Primera enseñanza en este triduo: el don de la humildad es imprescindible para recibir los frutos de la Eucaristía. Un don que tenemos y que debemos trabajar constantemente, ejerciéndolo en todos los ámbitos de nuestra vida. A veces no nos damos cuenta, pero la humildad es la mejor transmisora de la presencia del Señor y uno de los mejores medios para evangelizar. En las personas más humildes que conozco es donde he encontrado la fe más sincera, que por su fuerza, nos interpela a todos, hasta a los más fríos o alejados. Jesús ya lo advierte al terminar el gesto: Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis; algo que no comprendió de primeras Pedro. Como vemos no es fácil. No te preocupes si te cuesta o no terminas de verlo, lo harás, tú confía.
La humildad auténtica es la que te lleva a ser servidor de todos, como el Señor se hizo. Cuando nos comportamos así, todo cambia y nos sentimos que vamos por buen camino, que todo lo bueno que deseamos es posible. Nos libera, como le sucedió al pueblo de Israel en Egipto, por ello lo celebran con la fiesta de la Pascua.
Ahora nosotros vamos mucho más allá en esta nueva Pascua que acontece en la Misa. La presencia real de Cristo en su Cuerpo y su Sangre prolonga la salvación y la liberación para mi. Una liberación de lo que no nos deja crecer, desarrollarnos, humanizarnos. Comulgar nos liberara del miedo, de la muerte, del sinsentido. Un salvarnos que es ofrecernos la posibilidad de lograr ser la mejor versión de nosotros mismos, la posibilidad de convertirnos en el sueño que Dios tiene para cada uno de nosotros, la posibilidad de que nuestra vida, se llene realmente de vida.
Pero no te olvides: todo esto a través de tu vida entregada en un humilde servicio a los demás.
Muy linda reflexión. Muchas gracias !
Y Muchas Feliicidades a todos Uds. Sacerdotes en su dia !!!
Que Dios siga derramando Su bendición sobre Uds.
Gracias por su tiempo, por su servicio, por su dedicación, por el amor que nos brindan al explicarnos las Lecturas.
Nuestra oración siempre por cada uno.
Gracias por todas los comentarios de cada día que nos hacen reflexionar sobre nuestra fe y nuestra vida. Felices Pascuas.