El Catecismo de la Iglesia Católica, uno de los mejores regalos de San Juan Pablo II, explica la fe de un modo exhaustivo pero a la vez muy pedagógico. Especialmente los resúmenes que aparecen al final de todas las secciones nos indican las afirmaciones más relevantes. Años más tarde Benedicto XVI nos regaló el resumen del resumen: el Compendio del Catecismo.

La primera lectura de hoy es un compendio, un resumen de los episodios del Génesis que hemos visto estos días: la creación, Caín y Abel, Noé. El autor de la carta a los Hebreos nos habla de la fe e ilustra la explicación poniendo ejemplos que de forma plástica nos permitan comprender mejor su exposición.

La fe no sólo es creer, sino también un modo de “ver” a Dios. Como es un don de Dios y no sólo un esfuerzo humano por eso se dice que es una virtud teologal, esto es, depende de la gracia divina y de la correspondencia humana que acoge ese don maravilloso.

Adán y Eva veían a Dios cara a cara. ¡Qué leguaje tan cercano a nosotros! ¡El vis a vis es el encuentro propio de las personas! El pecado original ocultó el bello rostro del Creador y desde entonces nos resulta muy difícil verlo y tratarlo. Sobre todo porque nuestros ojos se corrompieron y arrastramos desde entonces un “mal de ojo”: la vista nublada.

El episodio del Evangelio, la Transfiguración, evidencia este mal: Dios se manifiesta en su poder y gloria a los Apóstoles, pero sus ojos enfermos no lo pueden soportar.

Pero el don de Dios no cesa nunca y su misericordia le lleva a tener paciencia con nosotros y a guiarnos como hace un perro guía con los ciegos. Esa ayuda inestimable nos la ofrece Dios con hombres de fe, especialmente los santos. Personas que han luchado y vencido contra ese mal de ojo, y llevados de la gracia han aprendido a ver mejor al Señor.

Señor: purifica nuestra mirada para que podamos verte mejor. Ayúdanos a ser conscientes de nuestra enfermedad ocular y acudir a los mejores ejemplos de luz que hay a nuestro alrededor: los hombres de fe.