Ya estamos de vuelta por aquí, perdonad el retraso en escribir hoy, se me había olvidado que empezaba. Antes de empezar a escribir he estado hablando con un chaval que está asqueado de la vida: es padre con ventipocos años, su padre bebe demasiado, el trabajo no le va muy bien, con su novia tiene algunos problemas…, total, que su resumen es que su vida es un asco. Tendremos que afrontar los problemas uno detrás de otro e ir dándoles solución. Pensaba si podría este chaval leer hoy el Evangelio y entenderlo o le sonaría a música celestial, alejado de la realidad e ilusorio. Cuando la vida se va complicando… ¿somos bienaventurados?

Pues sí y tenemos que afirmarlo con fuerza. Somos bienaventurados aunque estemos llenos de problemas, dificultades, tropiezos y pecados. Los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz y los perseguidos por causa de la justicia no dejan de tener otros muchísimos problemas, incluso tal vez palpen más de cerca sus miserias y la vida no les trate de éxito en éxito y de plauso en aplauso. Pero no esperamos el aplauso humano, ni tan siquiera los consuelos del mundo, sino que podemos decir con San Pablo: “¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación nuestra hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios!”

Es muy bueno buscar los consuelos de Dios. Buscarlos y encontrarlos, porque existir existen, aunque uno quiera mirar hacia otro lado. El viernes me encontraba en el centro de salud con un feligrés que iba tan ufano y sin saber nada le pregunté ¿Qué, de médicos? Pensando que tendría una pequeña gripe o alguna otra cosilla, y me contestó: Sí, me han operado de cáncer de estómago y ahora me han puesto esta bolsita que hace de intestino, pero como estoy en manos de Dios no estoy en malas manos. Así que mi Helicobacter Pylori pasó a un segundo, muy segundo, plano. “De hecho si pasamos tribulaciones, es para vuestro consuelo y salvación; si somos consolados, es para vuestro consuelo que os da la capacidad de aguantar los mismos sufrimientos que padecemos nosotros”.

Bienaventurados no es sinónimo de una vida fácil y cómoda, de ausencia de problemas y disgustos. Bienaventurado es saber que en cualquier momento de nuestra vida, en los gozos y en las penas, somos de Cristo y Él nunca nos abandona ni nos deja, ni nos da por imposibles. Saber con certeza que aunque los problemas se nos pongan delante y parezca que triunfan los malos tenemos a Cristo a nuestro lado que nos dice: “No os preocupéis, yo he vencido al mundo” Y entonces no nos quedamos encerrados en nuestros problemas, sino que una sonrisa nos viene a los labios y decimos: “Yo no puedo, pero contigo lo puedo todo”

Mira a María, Bienaventurada, el regalo de Dios para cada uno de nosotros. Por muchos problemas que tengas ¿no te dan ganas de cantar con ella?