Hoy es un gran día. Sí, ya sé, para algunos fue el jueves como toda la vida, pero el Corpus se celebra hoy en muchas partes. Hoy es un gran día en que Cristo Eucaristía sale a nuestras calles, a nuestras plazas y los creyentes lo adoran, se arrodillan, adornan sus calles y sus balcones para recibir al Rey de Reyes. No puedo olvidar que en muchos países no podrán hacer procesiones y tal vez simplemente hagan un rato de oración ante el Santísimo en una pequeña habitación de un tercer piso, también esas son magníficos días del Corpus para Nuestro Señor: “Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná”.

La Eucaristía es el memorial del Calvario. Allí vida y muerte se encuentran y triunfa la Vida. Hoy, tristemente, cuando Cristo Eucaristía pase por las calles de Madrid (y de tantos lugares), mucha gente permanecerá indiferente, otros manifestarán su odio y su desprecio por las costumbres católicas y otros se fijarán en lo estético, en la belleza y no en el más bello de los hombres escondido en un trocito de pan. Pero eso no nos tiene que desanimar.

Cuando alguien sufre un infarto el médico empieza a hacer un masaje cardiaco con esperanza de que ese corazón vuelva a latir. A veces está muchos minutos apretando, insuflando y parece que tiene un cadáver entre sus manos. Y de pronto, tras muchos minutos, el corazón vuelve a latir, los pulmones a respirar y vuelve la vida. El médico o socorrista no para porque sabe que está dando vida. Si se cansase al segundo intento o pensase que lo que sus ojos ven es siempre la dura realidad y no siguiese con el masaje cardiaco ese enfermo moriría.

Hoy salimos a la calle a dar vida. A que Cristo Eucaristía revitalice las vidas muertas por el pecado, de vigor a los débiles, esperanza a deprimidos, alegría a los tristes. Y se rodea de nosotros que tenemos que estar llenos de vida. “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”.

¿Acaso puedo yo resucitar un muerto? Pues Cristo sí, y sale a la calle a llenarla de vida. Si participas hoy en alguna procesión del Corpus está bien que contemples los adornos, las carrozas, los que procesionan, pero dedica un buen rato a mirar el centro de la custodia, desde donde el mismo irradia vida a todos los que tiene alrededor. “Lal uz vino a los suyos y los suyos no la recibieron”, pero es bueno que haya luz.

“El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Hoy salir a la calle con el Santísimo no es sólo un acto de piedad. Es mostrar el cuerpo eucarístico y el cuerpo cuya cabeza es Cristo, que es la Iglesia. Esa Iglesia que está en nuestros barrios, en nuestras casas, en nuestras familias, que somos tu y yo.

Vive este día con particular alegría. tus penas ponlas en al sagrario, Él ha vencido al mundo. Y comulga con toda preparación y muy conscientemente para convertirte también en custodia.

La Virgen siempre va al lado de la Eucaristía, ella nos enseñará como comulgar cada día mejor para llenar de vida el mundo.