Acabo de terminar un expediente matrimonial y el padre del novio me contaba que tenía 4 hijos. Uno de ellos le preocupaba hace unos años, iba muy a sus cosas, se había dejado rastras en el pelo (no es pecado dejarse rastras, eh) y le parecía al padre que no llevaba buen camino.  “Y ¿qué hace ahora?” Le pregunté al padre. “Es camaldulense”, me contestó. Menudo cambio de vida. Primero se hizo de otros monjes –no me acuerdo cuáles me ha dicho-, y buscó algo más exigente. Descubrir la vocación y seguirla no es fácil, más si el Señor te pide un cambio tan radical de vida. Es un verdadero acto de valor, casi diría que de heroísmo en la alegría.

Hoy celebramos el martirio de San juan Bautista. San Juan Bautista no tiene miedo a callar ni ante Herodes. Ni ante la cárcel ni ante Herodías se echa atrás, y sin perder la cabeza la pierde.

Hablamos poco de ser valiente para ser cristiano. Y hoy, y creo que podríamos decir siempre, es una virtud fundamental. El que sigue a Cristo no puede dejarse guiar por el miedo, o ir zarandeado por las modas o los “trending topic.”  San Pablo también es otro de esos valientes:

“Ya conocéis, apoyados en nuestro Dios tuvimos valor para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños, sino que, en la medida en que Dios no juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones”.

¿Cómo se puede ser valiente? También nos lo dice San Pablo: “Os queríamos tanto que deseábamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.” No tiene miedo el que no tiene nada que perder, pues sabe que el que pierde su vida por Cristo, la gana. “No tengáis miedo” nos recordaba Juan Pablo II al comienzo de su pontificado. No tengamos miedo al qué dirán, al qué sucederá, al qué pensarán. Hoy vemos a tantos cristianos perseguidos que nos dan ese testimonio impresionante de valentía, jugándose día tras día la vida por vivir su fe. No tengamos miedo a darnos, por amor de Dios, a los demás.

Pocas cosas son más tristes que un cristiano, y más aún en un sacerdote, que actúe por “palabras de adulación, codicia disimulada o pretendiendo honor de los hombres”. El que así actúa acaba dominado por el miedo y dejará de predicar el Evangelio para regalar el oído a sus oyentes. ¡Qué cosa tan contraria al Evangelio!.

De vez en cuando tenemos que mirar nuestra vida y descubrir si tenemos miedo a algo o a alguien. Si descubres algún tenemos pregúntate si eso es de Cristo o no. Si es de Cristo quítate el miedo que no te lo arrebatarán. Si no es de Cristo no te vale para nada, despréndete de eso.

“Sed fuertes y valientes de corazón, no temáis”. Se lo pido al Señor para mí y para cada bautizado. No podemos callar por miedo, más nos vale perder la cabeza.

Centenario de Fátima. La Virgen hizo valientes a esos tres pastorcillos que no  temieron sufrir por anunciar el mensaje de María. A ella le pedimos que el Espíritu Santo derrame abundantemente el don de valentía sobre toda la Iglesia.