La ilógica lógica de Dios nos supera. ¡Cuántas veces pedimos a Dios mientras le ofrecemos una solución! Le ofrecemos “nuestra solución” que sin duda es la mejor, la más sensata, la más coherente y la que arreglaría todos nuestros problemas. El estudiante pide lógicamente aprobar la signatura de la que se va a examinar. ¡Tanto dinero gastado en la matrícula y tantas horas de clase…! Que no haya dedicado demasiado tiempo al estudio pues esa asignatura “se le atragantaba” no es tan importante, por eso recurre a Dios. El marido de la enferma pide a Dios que la cure ya, ¿dónde va a estar mejor su esposa que con él? El parado pide trabajo…, y a ser posible cómodo y con buen sueldo. Pedimos a Dios muchas cosas y le damos la solución, siempre es bueno ahorrarle trabajo al Señor, pero no podemos olvidar lo que pedimos cada día en el Padrenuestro “hágase Tu voluntad.” A veces podemos tener soluciones que son buenas, nobles y, a priori, las mejores que se nos pueden ocurrir en nuestra cabecita, pero podemos convertir una victoria en derrota y Dios hacer de una derrota una victoria.

Una victoria derrota.

Absalón se había levantado en armas contra su padre David y se había proclamado rey. Ayer veíamos a David huir de su hijo, era el enemigo. Cuando Joab ve indefenso al enemigo del rey (él no lo ve como hijo), le parece lo más indicado a sus respuestas pidiendo la victoria y le clavó tres venablos en el corazón (entonces no había tribunal constitucional ni nada de eso, eran más expeditivos). Todos piensan que esa es la victoria “Reciba una buena noticia el rey, mi señor.” Pero David no ve la victoria, sino la muerte del hijo y todo el pueblo hizo duelo. Así, una victoria se convierte en derrota. Si un estudiante de arquitectura pide a Dios aprobar la asignatura de cálculo de estructuras porque es incapaz de hacerse con ella, y el Señor se lo concediese ¿qué le pediría cuando se le caiga la primera casa? Si a uno le toca la lotería saliendo de su pobreza y pierde su alma ¿de qué le valdrán todos esos millones? Existen victorias que se convierten en derrotas, creo que todos tenemos experiencia de ellas.

Dos derrotas victorias.

El Evangelio nos habla de dos personas derrotadas. La mujer que padecía flujos de sangre y había gastado toda su fortuna y cada vez estaba peor. No pensaba pedirle nada al Señor, no quería expresar con palabras sus anhelos y quería pasar desapercibida, sólo tocarle el manto, sin molestar. Y el Señor cumple los anhelos de su corazón y le concede algo mucho más importante: La Paz. La mujer derrotada sale victoriosa.

Y Jairo, que estando con Jesús recibe la noticia de la muerte de su hija. ¡Bastante era ir a pedir la curación de su hija…! Pero la muerte había vencido, ya no valía la pena molestar al maestro.  Ante la muerte fría ya no había nada que hacer, luto y lágrimas. Era la derrota tola de la vida. Pero basta que tengas fe para que triunfe la vida: «Talitha qumi» y la niña se levantó inmediatamente. La gran derrota se convierte en la gran victoria, basta que tengas fe. Cuántas veces en la vida cuando ya no te queda nada, lo has intentado todo, y no tiras la toalla, sigues con el maestro y le dices: “Sólo me queda confiar” Dios nos sorprende con algo mucho más grande de lo que podíamos esperar.

Hoy, dela mano de María, sabremos que nuestra vida valdrá la pena si escuchamos esas palabras: “Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”, todas nuestras aparentes derrotas se convertirán en victoria. Sin embargo, si escuchamos “apartaos de mi, malditos” todas nuestras aparentes victorias serán una gran derrota. Dios te quiere victorioso, no desconfíes.