«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.» La profecía de Caifás describe bien estos días. Sin la pasión de Jesús esa pascua judía habría sido una pascua más. Tal vez algunos estudiosos de fenomenología religiosa sabrían de la existencia de ese ritual en el pequeño pueblo judío. Sin embargo la pascua de ese año se convierte en el acontecimiento que diariamente se celebra en el altar de miles de iglesias repartidas por todo el mundo. Queriendo acabar con Jesús es cuando Jesús vence y ese pequeño pueblo del oriente mediterráneo tiene una proyección universal.
Hoy muchos Caifás andan por el mundo. Quieren acabar con Dios en la vida de los hombres, o dejarlo relegado a un lugar marginal e insignificante. Pero resuenan en nuestros oídos las palabras de Ezequiel que tanto se repiten en el Antiguo Testamento: “Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”. O el pueblo judío es el pueblo de Dios o no será. Y el mundo o es de Dios o no será. Recordaba estos días el Papa en Cuba que la sociedad sin Dios se deshumaniza. Y es que Dios está en la entraña del mundo y sin El no puede ser. Sería como querer arrancarse los pulmones.
Estos días, aunque muchos los vivan como días sin Dios, son suyos. Volveremos a contemplar a Cristo y entonces comprenderemos al hombre.
María, mujer de la Alianza, ayúdanos a unirnos más íntimamente a Dios en estos días. «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?» Sí, vendrá y se hará el encontradizo. Estemos atentos.