El otro día en una conversación que escuchaba en una sala de espera entre dos amigos, comentaban las dificultades de la vida y los últimos acontecimientos que habían experimentado. Sus reflexiones y conclusiones sobre las experiencias negativas las hacían sin fe y al margen de cualquier sentido trascendente de su vida. Su quemazón y pesimismo iba creciendo a medida que avanzaba la conversación. Lo curioso es que, aunque ellos compartían sus percepciones negativas de estar solos y de abandono por la “suerte”, yo veía signos de esperanza y de ayuda del Señor para salir adelante.

No nos damos cuenta, pero tenemos un tesoro incalculable que sustenta e impulsa nuestras vidas ante todas las dificultades que se nos presentan: la fe. Una fe con sentido y en una Persona que nos ha elegido y nos ha llamado, que llena nuestra vida, Jesucristo. Y es que si no creéis, no subsistiréis nos dice la primera lectura del Libro de Isaías. La fe nos da fuerzas, confianza, altura de miras y nos acerca a la Verdad, respondiendo progresivamente a las preguntas fundamentales de nuestra vida. La “suerte” es un término que utilizan muchos para explicar lo inexplicable del tesoro que tenemos los cristianos, creer en el Dios de Jesucristo y confiar plenamente en Él, en su Amor y su Providencia, siguiendo el Evangelio del Señor.

Jesús se lamenta de la falta de fe, de la desconfianza de algunos, a pesar de todos los signos que ha hecho para ayudarles y mostrarles el camino. No los ven, no se dan cuenta, no quieren ver. Tú, ¿lo ves? Mira a tu alrededor, el Señor esta actuando. Tu fe te ayudará a ver sus signos que a su vez la fortalecerán. No endurezcáis hoy vuestro corazón; escuchad la voz del Señor.