Una de las cosa que llama la atención de la Historia de la Liberación de Israel de Egipto es lo testarudo que era el Faraón, oye por más que Moisés y Aaron se empeñan en mostrarle el poder de Yahvé, por más que el pueblo egipcio es castigado con las plagas, mientras el pueblo hebreo permanece incólume, el Faraón sigue en su posición sin moverse un ápice, no es capaz de reconocer el mandato de Dios, y ciertamente se nos habrá pasado por la cabeza que la tozudez del Faraón es en parte causante de los males que van a afligir a su pueblo.

No se quedan atrás los letrados, los escribas, los fariseos… en el relato de Mateo que hoy nos ofrece la liturgia encontramos una escena que parece recurrente en el Evangelio, Jesús hace algo que no cuadra la interpretación de la ley que hacen los fariseos que se aferran a la letra de la ley, olvidando el espíritu de la misma y se muestran tozudos con Jesús, al que reprenden y quieren dejar siempre en evidencia, aunque, como le ocurría al Faraón no consiguen aquello que están buscando, sino que, muy a su pesar, fracasan estrepitosamente en su empeño.

La tentación ante estos dos modelos ante estos dos iconos es no reconocerse en ellos. Todos nosotros tenemos algo de fariseos y algo del faraón, todos nosotros en nuestra vida espiritual hemos «peleado» con Dios, no le hemos reconocido cuando pasaba junto a nosotros, nos hemos enfadado porque Dios no hace lo que nosotros queremos, le hemos culpado de los desastres de nuestra cotidianidad, hemos vivido del cumplimiento (cumplo y miento) de los preceptos de la ley de Dios… todos, en definitiva, tenemos mucho que aprender del mal ejemplo de los fariseos y del faraón, tenemos que aprender de ellos, como no se hacen las cosas.

Cuando estaba en el seminario, en un desahogo me quejé a un padre mayor de uno de mis formadores, que si era un tal, que si era un cual, evidentemente le exigía más como modelo de lo que yo estaba dispuesto a hacer con mi propia vida, conmigo siempre soy más indulgente que con los demás, y el padre mayor con el que estaba «escupiendo» esa bondades me dijo, pero de qué te quejas, dale gracias a Dios del maravilloso ejemplo que te da en quien no lo hace bien, el ejemplo de como no debes actuar, evidentemente me dejó sin palabras. Aprendamos hoy de estos personajes bíblicos que nos sirven para entender como no se debe abordar la relación con Dios.