Después de freír unos doscientos filetes de lomo se te quita el hambre. Pero la pandilla de adolescentes que están participando en el campo de trabajo de la parroquia se los ha ventilado en un ratito…, y eso que empiezan a trabajar mañana. Trabajar, comer, jugar y rezar esa va a ser la vida de estos chavales durante esta semana. La Misa diaria, sus oraciones en la mañana y en la noche, el rezo del Ángelus, algunos días el rosario…., puede parecer mucho para unos adolescentes y sin embargo son esos momentos los que mantienen el ritmo y el tono de estos días. Saben que estos días no vienen sólo a pasárselo bien, sino a servir por Cristo a unos desconocidos de un pueblo y los unos a los otros.

“Vivo, pero ya no soy yo el que vive; es Cristo quien vive en mí. Pues mi vida en este mundo la vivo en la fe que tengo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Puede parecer que “vivir en la fe” es para esos que llamamos cristianos adultos, que tras una gran reflexión y profundizar en la fe, incluso con algún cursillo de teología y un pequeño barniz de Biblia ya son seres sesudos y profundos para vivir en la fe. Suelen ser muy circunspectos y bastante aburridos. 

Vivir en la fe es para eso enamorados, que se dejan cautivar por ese Dios que me amó y se entregó por mí. Que me une a Él como el sarmiento a la viña, me da su savia, su Gracia y habita en mí con su Espíritu Santo. Por eso los adolescentes pueden vivir en la fe, porque saben querer, y los niños y los que nos son muy circunspectos ni aburridos.

Vivir en la fe es conocer el amor de Dios, dejarse querer por Él y confiar en que nos cuida, incluso cuando nos poda para dar más fruto. 

La Virgen María, nuestra Madre, era una adolescente cuando el arcángel le dio a conocer el designio de Dios. No perdamos ese puntito de locura adolescentes, para poder hacer locuras de amor.