Hoy comienza la catequesis de infancia en la parroquia. 940 niños pasarán esta semana por las aulas de la parroquia para conocer a Dios y a la Iglesia y prepararse a recibir a Jesús en la Eucaristía. Me encantaría decir que todos vienen encantados y con unas ganas enormes de hacerse amigos de Jesús al que nunca jamás abandonarán. Pero tristemente algunos padres – y por lo tanto sus hijos-, se toman la catequesis como una extraescolar obligatoria para celebrar la fiesta de la primera Comunión. Ya se lo puedes repetir por activa, pasiva y perifrástica, lo que importa es el día de la Comunión. Y así creamos pequeños “Jonases” que cuando Dios les dice ven, avanzan rápidamente en dirección contraria. Esperemos que no tengan que llegar al naufragio para tomar la dirección correcta.

Pero otros muchos sí tienen ganas de conocer a Dios, de quererle y de seguirle. Para el que mira de forma superflua, desde lejos, la fe puede parecer algo espiritualista, tal vez intimista y de poca relevancia en las tareas del día a día. Sin embargo, la formación en la fe no es solamente el adquirir unos conocimientos esperando olvidarlos algún día. La fe lleva al conocimiento y a la relación, y así amar “al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente”, y ese amor cambia la manera de ver la vida y, por lo tanto, de relacionarnos entre nosotros, pues lleva a amar al prójimo como a uno mismo. Esa relación no es opcional, ni un paso más en la profundidad de la fe, el amor a Dios y al prójimo no se puede separar.

Si la fe sólo fuera un conocimiento nuestra razón nos daría siempre excusas para pasar de largo frente al herido: “Algo habrá hecho”, “Habrá bebido”, “Que trabaje y deje de hacer el vago”, “Ni tengo que meterme en los asuntos de otros”, “Ahora tengo algo muy importante que hacer” …. Y así un larguísimo etcétera. Sin embargo, cuando uno se va enamorando de Cristo, descubre que Jesús es el buen samaritano. No tiene reparo en quedarse al lado de quien puede despreciarle, no mira el tiempo que le lleva el sanar el cuerpo y derrocha en su Iglesia la gracia para que nos siga cuidando y nos encuentre sanos y fuertes a la vuelta.

Como por ósmosis el que está cerca de Cristo en la oración y en los sacramentos va teniendo los mismos sentimientos de Cristo Jesús y, así, el buen samaritano va actuando en nosotros. La caridad no es una cuestión de recursos, sino de corazón. Lejos de Dios el corazón se endurece y, si no queremos escuchar a Dios, es posible que naufraguemos nosotros y hagamos naufragar a unos cuantos más.

Estamos en este mes misionero extraordinario, pidamos por los misioneros para que sepan ser, por su cercanía a Cristo, buenos samaritanos que lleven a tantos heridos a la Iglesia. Que la Virgen María, que nos lleva a amar a Jesús en las cuentas del Rosario, nos de un corazón como el de Jesús.