Seguimos con la carta a los Corintios de san Pablo y hoy nos vamos a fijar en la siguiente frase: «Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna»:
La frase, de por sí, se las trae, porque san Pablo pone directamente en el Señor la justicia de Dios, es decir, la justicia última para todo hombre, la justicia que llegará en el instante en que se decidirá toda nuestra eternidad. Bien, esto ya lo sabemos, pero conviene recordárselo de vez en cuando, puesto que tantas veces nos perdemos en el hoy de nuestra vida que olvidamos la globalidad de la existencia; los afanes del día a día nos comen y perdemos la centralidad de Jesús. Debemos ‘creer’, debemos pedir a Dios que, como a los apóstoles, nos aumente la fe y las ganas de vivir únicamente para Él.
Y, derivado de este mirar únicamente a Jesús, es decir, de vivir correctamente la dimensión vertical de la existencia, nos llega el abrazo al prójimo, ante los cuales no hay distinción alguna para Dios. Realmente es consolador contemplar cómo Dios no hace esa acepción de personas que todos nosotros tenemos tendencia a hacer. A veces creo que la Escritura nos dice las cosas tan claritas para que no andemos haciéndonos cábalas y un Evangelio a nuestra medida. En cualquier caso, aprovechando este hecho, vamos a preguntarnos si vivimos bien esto de que todos seamos iguales, de que realmente no haya distinciones para Dios.
Obviamente, como acabamos de decir, esto no es fácil, pero una vez más tenemos que acudir a la máxima evangélica, hemos de poner el punto de partida en lo que hace Jesús, tenemos que luchar por imitar a Cristo, que nunca puso a ricos por encima de pobres ni a judíos por encima de paganos. Recuerda que sólo si vivimos desde el Evangelio podremos ser como Él. Dicho de otro modo: no se trata de formarnos un pensamiento y juicio acerca del mundo y justificar esos pensamientos con el Evangelio, se trata de pensar y sentir como siente el Evangelio. Este punto del trato con los demás es, sin duda, una de las mejores piedras de toque para ello.
Ojalá algún día podamos decir como San Pablo: Vivo, pero ya no vivo, es Cristo quien vive en mi.
Y practicar la justicia como El lo hace.
Muchas gracias. Es carta a los Romanos. Bendiciones.