“Yo, Juan, en la visión vi en el cielo una puerta abierta; la voz con timbre de trompeta que oí al principio me estaba diciendo: «Sube aquí, y te mostraré lo que tiene que suceder después.»”
A los que les preocupe mucho el futuro pueden leer: “En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro”.
No podemos caer en la idea de un Dios caprichoso, dispuesto a fastidiarnos. Dios nos ha dado cada onza de oro de nuestra vida, todos los dones y gracias que necesitamos para ser santos y dar fruto. Lo nuestro es ponerlo en juego. Esto es como el matrimonio. No puedes ponerte a preparar las bodas de oro nada más casarte si no estás dispuesto a entregarte del todo al otro y estar pendiente de el o ella cada día. Tampoco el sacerdote debería soñar con la mitra para ser obispo si no está dispuesto a hacer en cada momento lo que Dios le pide por el bien del pueblo que le ha sido encomendado.
“Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades.” No podemos actuar por la recompensa, sólo por fidelidad y por amor a Aquel que nos lo ha dado todo. Sin embargo, el Señor se pasa en generosidad.
Que María la Virgen madre nos ayude a no estar todo el día preocupados, sino que nos paremos … y perseveremos en dar gloria a Dios.
Toda persona tiene alguna cualidad, recibe algún don o sabe alguna cosa que puede enseñar a los otros. Nadie es sólo alumno, nadie es sólo profesor. Aprendemos unos de otros, pero veamos cómo a los que pensaban que el Reino de Dios estaba por llegar, la parábola manda mudar la mirada. El Reino de Dios llega, sí, pero a través de la muerte y de la resurrección de Jesús que acontece en breve en Jerusalén.
El señor sabe las capacidades de cada uno y sabrá el resultado de lo que cada uno habrá dado al final de su vida. Así que cada uno libremente que actué , ya te darán el resultado .