Hoy la Iglesia celebra la festividad de Santa Lucía, mártir siciliana, concretamente de la ciudad de Siracusa, donde sufrió martirio, la iconografía medieval comenzó a representarla con los ojos en una bandeja, y por ello se la considera intercesora ante Dios de aquellos que tienen problemas de la vista, ciertamente el tiempo de Adviento cuenta con una poderosa intercesora, porque Adviento es ver con otros ojos, con los ojos de Dios las posibilidades de la realidad. Si tener esa mirada que saca del anonimato, que funde las cadenas del egoísmo, esa mirada de amor que restituye al alma más desvalida. La mirada de una madre.

Entre los padres de la Iglesia ya surgió la idea de que Dios no es sólo Padre, sino que también podríamos llamarle Madre, y no hace tantos años Juan Pablo I así lo reconocía en una de sus escasísimas intervenciones públicas «Dios no sólo es Padre, es también Madre» se atrevió a afirmar, y la primera lectura de este viernes trece así nos lo deja entrever o acaso ¿no parece la regañan cariñosa de una madre a sus hijos? Sí, Dios nos regaña como nos regañaba nuestra madres cuando, intrépidos e irreflexivos recorríamos senderos que no eran los nuestros. Dios no se cansa de acogernos como lo haría nuestra Madre, no se cansa de recoger los pedazos de nuestras vidas, tantas veces rotas por el pecado, no se cansa nunca de velar nuestros sueños.

Y nosotros como los niños del Evangelio, le damos malas contestaciones, le contamos milongas, le hacemos requiebros… igual que hacíamos (que hacemos) con nuestras madres. Cuando mis alumnos adolescentes me dicen que se pegan con sus padres me parece lo normal, puesto que con ellos empiezan a experimentar quién quieren ser, ingrato trabajo el de las madres y los padres de los adolescentes… pero si lo pensamos bien, adolescentes somos todos, muchas veces, ante Dios, caprichosos, malcarados, egoístas… pero Dios permanece ahí como permanecieron y permanecen nuestros padres. Y ¿por qué Dios permanece ahí? Porque Dios no ve solo al crío mal educado, sino que ve a la maravillosa persona, al maravilloso amigo, al maravilloso adulto en la fe, que podemos llegar a ser.

Por eso hoy viernes trece, te pido Señor que cambies mis ojos, que limpies mi mirada para que al observa la realidad, al sumergirme en los ojos de quien me sale al encuentro, vea lo que está oculto a los ojos, vea lo que los otros pueden llegar a ser. Porque sin esos ojos Jesús no te podría reconocer en el Pesebre, y tengo hambre del Pan de Vida.