No podíamos comenzar la semana sin hablar del COVID-19, el famoso coronavirus. Es curiosa nuestra reacción ante estas noticias. Primero es algo que pasa muy lejos, allí por China, no deja de ser algo curioso. Luego les pasa más cerca a los que han viajado a China, pero yo no tengo posibilidades de ir ni tengo muchos amigos que viajen a China. Luego empiezan a infectarse por aquí sin haber viajado a China ni contacto con personas que hayan viajado a china. Luego un muerto, al poco diez…, son gente mayor y nosotros (todos), nos consideramos jóvenes. Pero empiezas a oír casos en sitios cercanos, tal vez entre amigos o vecinos o compañeros de trabajo. Y se empieza a entrever cierta preocupación en el ambiente. Ya no es la anécdota de un país lejano, ni el motivo para hacer algunos chistes, se empiezan a tomar medidas. Algunos siguen -y dan-, consejos absurdos y otros nos fiamos de los expertos para poder continuar con nuestra vida sin grandes restricciones. Cuando uno empieza a entrever que es posible la enfermedad y la muerte, que es algo que puede pasar, empieza a cambiar de vida.

Ojalá cuando empecemos a entrever a Dios también cambiemos de vida.

Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

“De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»”. El segundo domingo de Cuaresma escuchamos el relato de la transfiguración. Nos recuerda que el motivo de estos días de penitencia no son sufrir por sufrir, es quitar lo que estorba para empezar a entrever a Dios en nuestra vida, para poder gozarnos con Él en la resurrección y decir: ¡qué bueno es que estemos aquí!

Pero uno no empieza a entrever a Dios si no empieza a cambiar de vida. “Abran marchó, como le había dicho el Señor”. Abran sale de su tierra, de su casa, sin saber muy bien quién era ese Señor que le hablaba. Empieza a entrever a Dios y toma las medidas oportunas, escucharle o negarle, seguirle o rechazarle. Dios se había puesto a su lado, y el se pone al lado de Dios.

De los doce discípulos sólo tres subieron al monte y vieron a Jesús trasfigurado. No exijas a Dios ser uno de esos. A nosotros nos basta con entrever la acción de Dios y si prestas atención la verás muchas veces al día. No nos hace falta que Dios nos de un bofetón para seguirle, nos contentamos con una caricia para decirle ¡aquí estoy! Hay quien busca tantas certezas que se pasa la vida dudando, nosotros sabemos de quién nos hemos fiado y le seguimos, aunque no le veamos y muchas veces no le entendamos, nos basta la voz del Padre: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo».

«Levantaos, no temáis». Hemos entrevisto el amor de Dios, decídete a cambiar de vida, sin miedo, sin esperar otra certeza que la certeza de la fe, y como María, dile a Dios. “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.” Hoy es el día de la mujer, nunca entiendo eso de un solo día , para mí todos los días son los días de María.