Titulo esta pequeña reflexión con una de las frases más interesantes y populares de la inmortal obra de Saint-Exupéry “El principito”, la encontramos en su capítulo 21, en aquel memorable diálogo entre el protagonista y el zorro. Si recuerdan el relato, el zorro le pide al Principito que le domestique, así serán amigos, serán importantes el uno para el otro. En este diálogo de amistad, en el que comparten su intimidad, el Principito habla al zorro de “su” rosa, y observando otras rosas, nuestro amigo se dará cuenta de que “su” rosa no es como las demás, puede que en apariencia lo sea, pero para él ciertamente no lo es, el zorro comparte entonces su más preciado tesoro con el Principito, y le explica que tiene razón que su rosa es distinta, pero esa distinción solo puede captarse con el corazón, porque sólo con el corazón se puede ver de verdad puesto que lo esencial es invisible a los ojos.

Releyendo las parábolas que la liturgia nos propone para nuestra reflexión en este día, recordé las palabras del Principito, y me pareció que ya Jesús, mucho tiempo antes que él, nos habló al corazón y no recuerda que lo esencial es invisible a los ojos. La semilla de la mostaza es diminuta, sin embargo, de ella surge un árbol majestuoso, que da sombra, que permite que los pájaros vivan en él… de la insignificancia surge la Vida.

La levadura es similar al grano de mostaza, si comparamos la cantidad de ella que se necesita en comparación con la harina parece insignificante, sin embargo, sin ella no se puede hacer el pan, tampoco podría hacerse si no se amasan y de entremezclan los ingredientes, si pones en una bandeja harina y levadura sin mezclar y las metes en el horno sin más no saldrá pan. Sin embargo, el milagro de amasar el pan, mezclar levadura y harina de nuevo nos muestran que en los gestos más insignificantes surge la Vida.

Jeremías riñe al Pueblo, en la primera lectura, porque se ha vuelto soberbio, no distingue la presencia de Dios, no es capaz de captar los regalos de la Vida, no es capaz de asombrarse con los milagros de la cotidianidad, no es capaz de mirar con el corazón. Pidamos púes al Señor que nos permita ver la realidad de las cosas esa que es invisible a los ojos, que nos permita ver y entender con el corazón.