Me resulta ineludible el mandato de Jesús a los apóstoles que resuena hoy, con más fuerza si cabe, en medio de la situación dramática de la pandemia, en la que a la emergencia sanitaria se le une de forma dramática una crisis económica brutal, en países como en la India o Perú la gente vive al día y estar confinado, no salir a trabajar supone simple y llanamente no comer.
Es cierto que cada uno nos sentimos preocupados por nuestra propia situación, por nuestra familia, tal vez incluso por la situación de nuestro país… pero hoy Jesús nos saca de nuestro miedo, de nuestro letargo con su mandato y juntos podemos recordar y reflexionar sobre qué podemos hacer, puesto que quien cierra los oídos al clamor del necesitado no será escuchado cuando grite.
En la lectura de Isaías y en la de san Pablo, también en el Evangelio queda claro que Dios actúa transformado la realidad, que es digno de confianza y que nada se nos opone, si sabemos caminar a su lado, pero su camino no es un camino solitario, sino que es el camino de la fraternidad, el camino de la Iglesia. El camino al cielo no se recorre en soledad, se recorre en comunidad.
En la tradición de la Iglesia, los relatos de la multiplicaciones tienen un marcado carácter eucarístico, no es casualidad, puesto que en la Eucaristía no sólo se comparte el pan, sino que nos hacemos corresponsables de los demás, nos hacemos comunidad, en ella se vive en plenitud la Iglesia, en la Eucaristía presentamos al Padre el clamor de nuestros hermanos y nos hacemos solidarios de sus vidas, de sus penas y sufrimientos, de sus alegrías.
Señor ayúdanos a cumplir tu mandato, ayúdanos a darles de comer.
Lo único que Jesús hizo en aquel lugar desértico fue «curar» y «dar de comer» a la gente. Mirando nuestra realidad nos encontramos que el desafío de Jesús sigue siendo tremendamente actual. Hoy también hay una multitud que busca y necesita. La mirada compasiva sigue siendo la opción de los discípulos/as de Jesús. Más que nunca son necesarios los gestos de solidaridad que puestos en manos del Señor se multiplican en amor compasivo.
Nos parece a veces que podemos hacer muy poco, o nada… porque nos olvidamos que solos no podemos pero con Él lo podemos todo… Basta que entreguemos lo mucho o poco de que disponemos, que no tengamos nada como propio, que no nos reservemos nada… y el milagro de la multiplicación de los panes y los peces se vuelve a producir.El cambio de actitud es fundamental:reconocer que todo lo hemos recibido de Él y responder agradecidos siendo generosos y atentos.
Vivir desprendidos, no apegarnos a los bienes que disfrutamos, a las comodidades, a las aficiones, a los espacios propios… es lo que nos pide el Señor, para que los demas «existan», para que haya para todos, y que Él reine entre nosotros ofreciendo su paz y su justicia.
Conjugar el Padrenuestro;no es mi Padre… es Nuestro Padre. Él quiere que le pidamos como Iglesia por nuestras necesidades.
Quiero ponerme en tus manos Señor y el Espiritu Santo me diga , (en mis circunstancias, ) la manera de ser solidaria con los que lo están pasando peor en esta pandemia mundial.solos poco podemos hacer. Tenemos que unirnos y luchar como con codo y la ayuda de Dios , sin Él nada somos
Si es ayudar con lo q tengamos:La oración, pan, el ánimo, el hombro, dinero, etc…..
Gracias padre y gracias por los comentarios